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El barco pez y la utopía

by | Relatos de Navegantes

 En homenaje a los 44 tripulantes del ARA San Juan

¡Lo reconocí de inmediato! Lo miré con gran interés y admiración.

¡Era él! El cajero de aquel banco de Barcelona era Narciso Monturiol.

Monturiol, el inventor del Ictíneo, el químico, el mecánico, el soñador, el idealista.

Estaba en aquel recinto, detrás del enrejado, corriendo la rejilla para dar o recibir dinero.

Las vicisitudes de la vida lo habían llevado allí, pero él no se quejaba.

Me presente, era un hombre amable pero reservado. Nos conocimos esa tarde de primavera de 1881.Compartimos un café y durante horas me contó su historia…

 El coral y las ideas de Narciso

Todo empezó en 1856 en el pueblo costero de Cadaqués, junto a la frontera francesa.

Allí, un hombre murió pescando corales. Monturiol motivado por el suceso pensó en la construcción de una embarcación que sumergida ayudara a los hombres en la recolección del coral.

Narciso Monturiol tenía 36 años, era un joven creativo con dotes de inventor, sin embargo, se había dedicado a una causa muy distinta:

Abogado de profesión, militaba un socialismo utópico.  Creía en una humanidad virtuosa por naturaleza que usando la tecnología se elevaría a partir de la ciencia y el comunismo. 

Era partidario de las ideas socialistas de Cabet, editó “La Fraternidad” (primer periódico comunista de España), y “El Padre de Familia”. Fundó periódicos de carácter siempre político-social; él se declaraba: “Revolucionario, pero pacifico, revolucionario de ideas y de conciencias”.

Cuando en España, apenas había republicanos él lo era y de forma activa. Por sus ideas sufrió condenas, persecuciones y penurias económicas.

El barco pez

Con el Coral en mente comienza la aventura y en septiembre de 1857 crea junto a un equipo de expertos, una sociedad mercantil, (Monturiol, Font, Altadill y Cia)

“El objetivo era la construcción de un barco-pez” y contaban con un capital de diez mil pesetas.

Monturiol se adentró en el estudio de cuantos conocimientos se requerían para ir dando forma a su invención.

No se trataba de lograr una simple inmersión, como algunas campanas de buzo ya en funcionamiento, sino de crear una nave sumergible con condiciones de flotación, estabilidad, propulsión, dirección y habitabilidad

Partió del modelo ideado por Wilhelm Bauer y un año después el diseño estaba listo…

El Ictíneo

Finalmente, el 28 de junio de 1859 se bota el “Ictíneo” que significa: barco pez.

El Sumergible medía 7 metros de eslora, 2,5 metros de manga, 3,5 metros de puntal y una cota máxima de operaciones de 20 metros

Tenía dos cascos construidos en maderas revestidas en cobre. El casco interior en forma de esfera y el exterior en forma de pez.

Entre los cascos se admitía agua para sumergirse, que se expulsaba con aire comprimido para emerger.

También contaba con depósitos de oxígeno para la respiración, y de hidrógeno para las lámparas oxhídricas que iluminaban las profundidades marinas. En la proa estaban ubicadas las herramientas necesarias para recoger el coral.  

Además, contaba con lastres sólidos de seguridad para efectuar rápidamente la subida a superficie en caso de emergencia.

La inmersión se efectuaba con una hélice horizontal susceptible de girar en los dos sentidos.

La propulsión era humana, tenía capacidad para cinco tripulantes y cuatro de ellos accionaban manualmente la hélice alcanzando una velocidad de 3 nudos.

¡Funciona!

Con todo listo y chequeado, en 1859, realizan una primera prueba en el puerto de Barcelona. El propio Monturiol capitaneaba la nave.

Los primeros ensayos, fueron bastante exitosos y Monturiol decide organizar una segunda prueba invitando a las autoridades y a la prensa.

En Barcelona, Nadie quería perderse el evento. El 23 de setiembre con gran expectativa, el Ictíneo se sumerge majestuosamente hasta los 10 metros de profundidad y permanece allí por varios minutos.

La misma prueba se repitió tres veces.  

El sumergible cubrió un recorrido de 500 metros en inmersión.

La duración total de esta segunda inmersión, perfectamente regular, fue de ¡dos horas y veinte minutos! Y sin que la respiración dejase de ser perfecta.

Cuando las condiciones físicas de los tripulantes llegaban al límite, entonces se volvía nuevamente a la superficie expulsando el agua de la vejiga de flotación mediante una bomba de mano.

Los informes técnicos fueron favorables y las crónicas periodísticas elogiosas.

No es más que una Campana de buceo …

Tras el éxito, el Gobierno español nombró una comisión para evaluar el invento de Monturiol y su aplicabilidad a la marina de guerra.

El 7 de marzo de 1861, se realiza al fin la prueba oficial en Alicante

El pequeño Ictíneo fue conducido a remolque y se realizaron nuevos ensayos con resultado satisfactorio.

La comisión oficial se reunió para oír las explicaciones de Monturiol.

Pero increíblemente sucedió que por la falta de retórica del inventor o por el mareo de los comisionados luego de la permanencia a bordo del Ictíneo durante los ensayos, los oyentes de Monturiol se pusieron de tan mal humor que no le dieron importancia y el informe oficial resultó vago e impreciso pese al éxito obtenido.

 Salven al Ictíneo

Después del éxito de las pruebas, Narciso Monturiol permanece meses esperando inútilmente noticias.

Hay que destacar que su idea no era la de construir un buque de guerra, sino un sumergible para exploración oceanográfica y explotación comercial del coral.

Para colmo, los periodistas alicantinos se habían ensañado con el inventor, y a pesar del interés popular del proyecto, no le dieron importancia y lo poco que dijeron fue con menosprecio.

Parece que Monturiol, era contrario a las ideas del Diario y figuraba en una lista de personajes silenciados.

Finalmente, convencido de que no debía esperar nada del Gobierno, Monturiol se dirigió al país en un documento tan expresivo como ingenuo, solicitando apoyo.

Esta queja sincera produjo sus resultados y se inició en Barcelona una suscripción nacional, que alcanzó tanta popularidad que logró recaudar 500.000 pesetas de donaciones de ciudadanos, el equivalente actual a tres millones de euros.

Hasta la reina Isabel se vio obligada a aportar dinero ‘a título personal’ al proyecto de este humilde comunista antimonárquico.

El Ictíneo II

Narciso Monturiol entusiasmado y sin ayuda oficial, trabaja febrilmente, descuidando incluso sus intereses personales, dedicado exclusivamente a lograr una nave submarina de mayores dimensiones.

El “Ictíneo II”, se bota el 2 de octubre de 1864.Este nuevo sumergible tenía, como el primero, dos cascos, uno dentro de otro.

Media 17 metros de eslora y desplazaba 46 toneladas, preparado para una dotación de veinte hombres, alcanzaba una profundidad máxima de 50 metros y llegaba a las cinco horas en inmersión continuada.

Pensando en el uso militar Monturiol lo equipo también con un cañón giratorio de su propia invención.

A ambos costados y en la escotilla de acceso llevaba tres miradores con varios cristales de veinte centímetros de diámetro y diez de grosor.

El timón se manejaba desde el mirador central por medio de un engranaje de tornillo sin fin, y la virada alrededor del eje vertical se efectuaba por dos hélices laterales que se movían a razón de tres vueltas por segundo.

Dale gas…

Pero, a pesar de esforzarse al límite, los bíceps de los 16 de los 20 tripulantes no eran suficientes para mover la máquina y la propulsión no era satisfactoria.

La velocidad no llegaba al “medio metro por segundo” (casi un nudo).

Este inconveniente lo forzó a idear una solución revolucionaria:

Introducir un motor de vapor de 6 CV cuyo combustible era una mezcla de peróxido de magnesio, cinc y clorato de potasa, que no liberaba gases tóxicos sino oxígeno.

Finalmente, el Ictíneo motorizado se lanzó al agua en octubre de 1867. Era la prueba definitiva.

Los cambios, habían aumentado los costos en forma excesiva y la empresa de Monturiol estaba al borde de la quiebra.

Desgraciadamente, el motor aumentó la velocidad de la máquina y la hélice mal diseñada fue incapaz de impulsar al submarino

El ensayo fracasó y aquí terminó la aventura…  

Es el fin…

La situación económica de la empresa era crítica, el fisco le exigía uno contribución como “constructor de submarinos” y las deudas se acumulaban.

Para salvar la difícil situación, ofrecen el invento a Francia, pero el Gobierno francés estudia los planos y no lo acepta.

Sin recursos, en diciembre de 1867, el personal fue despedido y los Ictíneos fueron embargados y subastados para cubrir las deudas.

En 1869 tristemente tuvo que asistir a su desguace para venderlos como chatarra. El motor del Ictíneo II, sirvió para mover las ruedas de un molino harinero.

Circularon versiones de posibles presiones extranjeras para que el proyecto de construir “Ictíneos” de guerra españoles quedara archivado en algún Ministerio.

Tantas dificultades y tan poco apoyo forzosamente debían terminar con las ilusiones de un soñador honesto como Narciso Monturiol.

El arte de navegar bajo el agua

Pero, a pesar de todo, él no se daba por vencido y en aquel café me contó sus proyectos y esperanzas…

Momentáneamente, se había apartado de la investigación submarina, pero no abandonaba sus trabajos científicos y proyectaba otros muy variados inventos.

Hacía cálculos sobre los beneficios que le reportarían una máquina de elaborar cigarrillos que había inventado, y de una composición química, aplicable a la conservación de carnes frescas.

Pensaba en hacer fortuna y volver a emprender la aventura del Ictíneo.

Pero el tiempo pasó y ninguno de sus inventos dio suficientes frutos. Mientras trabajaba en el banco, añoraba su época de gloria, su campaña hacia un objetivo que, al final, se le había escapado.

Estaba convencido de que los descubrimientos que se realizarían con la navegación submarina serían decisivos para la humanidad.

Escribió un ensayo y su último aliento lo encontró buscando, infructuosamente, un editor para su trabajo: 

“Ensayo sobre el arte de navegar por debajo del agua”, se llamaba y en él escribió:

 “Todas las obras humanas han contado hasta ahora con una base de sustentación y con abundancia de aire atmosférico; en navegación submarina no tenemos ni sustentación, ni aire, ni luz naturales; estamos encerrados en una cámara que debe penetrar por un medio oscuro, donde debemos combatir con corrientes y fuerzas que no conocemos, con enormes presiones, sin que podamos esperar ningún auxilio exterior; y sin embargo, vivimos en esta cámara, nos sostenemos en ese medio, iluminamos ese caos, y al fin, venciendo corrientes y presiones, llegará el hombre a conocer este nuevo mundo, última parte de la costra terrestre, sustraída a sus dominios.”

El 6 de septiembre de 1885, a los 66 años, muere rodeado de sus familiares, pobre e ignorado.

30 años después…

La navegación submarina tendría que esperar hasta fines del siglo XIX para consolidarse técnicamente.

En el año 1889, El inventor Isaac Peral logra sustituir el motor de vapor por uno eléctrico

Peral alabó notablemente el mérito y la tarea de Monturiol  

Se necesitaron 30 años para que los Ictíneos y Narciso Monturiol fueran reconocidos en su aporte a la ciencia.

 “Ensayo sobre el arte de navegar por debajo del agua” se publica póstumamente en 1891

Años después en su lecho de muerte se le añadiría una lápida “Aquí yace don Narciso Monturiol, inventor del Ictíneo, primer buque submarino, que navegó por el fondo del mar en aguas de Barcelona y Alicante en 1859, 1860, 1861 y 1862”.

Una vez más los honores llegaron, como siempre, tarde.

Lic. Florencia Cattaneo

Campo Embarcaciones

Bróker Náutico

Fuentes:

web el biblionauta.com; Diario la Vanguardia, 2 de octubre de 1888; Monturiol la Utopía Persistente

Web submarinosenprofundidad.wordpress.com; Narciso Monturiol Estarriol

Monturiol, Narciso; Ensayo sobre el arte de navegar por debajo del agua.

Scripta Nova; REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES; LA INGENIERÍA Y EL PROYECTO DEL ICTÍNEO DE MONTURIOL (1857-1868)

Matthew Stewart; El sueño de Monturiol

Manuel Ansede; El  submarino comunista; web publico.es