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De un momento a otro un tripulante cae al agua y si no se actúa con rapidez la navegación puede convertirse en el peor de los horrores

Se ha escrito tan a menudo sobre la maniobra de hombre al agua que resulta fácil subestimarla.

Sin embargo, las estadísticas indican que la mitad de los casos terminan en tragedia

No hace falta estar inmersos en un terrible temporal para entender que esta situación es crítica y sumamente grave.

Cuando navegue con mal tiempo, no deje de imaginar lo que ocurriría si alguien de su tripulación cae al agua.  

Hombre al agua no es un caso aislado. Algunas veces sucede por imprudencia y otras por exceso de confianza.

En algunas ocasiones, al bajar la guardia tras luchar horas y horas, como le pasó a Jacques Roux en el BOC challenge del 1987, su última comunicación por radio fue “llego pasado mañana. Voy a recoger un poco de enrollador de genoa y me voy a dormir un rato” Pero el barco llegó abandonado a las costas, sin ningún desperfecto y vacío. Jacques nunca fue encontrado.

La tragedia ocurre incluso con profesionales y navegantes de prestigio y de la talla de Eric Tabarly.

Eric murió hace sólo unos años al caer al agua en las costas del norte de Francia.

Caer al agua con arnés

Esta situación puede pasar de ser grave a ser muy grave dependiendo del estado del mar y de la velocidad a la que se desplace el barco.

Una persona siendo remolcada a 6 nudos, ejerce una fuerza de resistencia que le dificulta respirar.

Por ello, lo primero es  detener el velero inmediatamente poniendo proa al viento y  largando todas las escotas.

Incluso a sólo 3 nudos la sensación de arrastre es muy fuerte y requiere sujetarse a la cincha para mantener la cabeza fuera de agua.

Hombre al agua sin arnés

Si  el hombre al agua no se encontrara agarrado a ninguna línea de vida, desaparecerá de nuestra vista con mucha más rapidez de la que podríamos imaginar.

Navegando a 6 nudos, el náufrago se alejará de nosotros unos 200 metros cada minuto.

Y a 200 metros no es nada fácil ver a alguien  y mucho menos si tenemos fuerte oleaje.

Es esencial la acción inmediata.

Lo primero que debe hacerse, apenas advertida la caída, es arrojar un salvavidas al agua, para que el accidentado disponga de un paliativo a su situación

Si se navega de ceñida, al descuartelar o a la cuadra, el timonel debe virar en redondo. Si se navega por la aleta o en popa, hay que orzar hasta conseguir una posición tal que permita virar

Debe llegarse hasta el hombre, con viento de ceñida, para maniobrar de manera que el barco no tenga camino en el momento de recogerlo.

En un temporal todo puede fallar

Según Drietrich Haeften en “Cómo afrontar los temporales”, las maniobras usualmente practicadas en la escuela de vela no son adecuadas para situaciones de temporal.

Si al momento del accidente navegábamos por la aleta o por popa, y nos alejamos, corremos el riesgo de caer demasiado a sotavento y esto nos dificultará la vuelta. Lo mejor es quedarse cerca y sin perder barlovento

Tengamos en cuenta que en diez segundos o menos, la persona habrá desaparecido detrás del oleaje.

Sólo tendremos posibilidades de rescatar al náufrago si mantenemos el contacto visual.

Por ello, el timonel, que posiblemente esté solo en el cockpit, no deber perder tiempo con los artilugios de seguridad.

A excepción de la baliza o percha de situación, va a ser muy difícil poder echar mano de todos esos bonitos dispositivos que suelen ir a popa en el momento del accidente.

Durante un temporal, el timonel perdería con demasiada facilidad el contacto visual si se dedicara a soltar el aro salvavidas, la sisga de salvamento, etc.

Solamente poner proa al bañista puede darnos la chance de usar los elementos salvamento. Además habrá más gente en cubierta que podrá ocuparse de ellos.

Por lo tanto, inmediatamente virará por avante, manteniendo el foque a la contra asegurando siempre el contacto visual con el naufrago

Una vez parado el barco gritará “Hombre al agua”.

A Continuación, el timonel lanzará la boya de señalización sin perder más tiempo con ella.

Si arrancar el motor es tarea sencilla, puede encenderlo y poner proa al viento evitando perder barlovento.

Pero siempre que no impida o ponga en duda el contacto visual.

En algunos veleros para encender el motor hay que agacharse, bajar la cabeza o entrar en la cabina. Si es así mejor dejarlo.

En ningún caso debe perderse tiempo maniobrando en solitario para orzar.

Esto sería demasiado peligroso para el náufrago.

Sólo cuando los demás tripulantes hayan llegado a cubierta se arranca el motor e inmediatamente y a toda máquina se va por el problema.

Antes, hay que controlar que no haya cabos en el agua, un cabo agarrado por la hélice anularía la posibilidad de usar el motor.

Ahora hay que organizarse: ¿Quién observa al náufrago? ¿Quién ayuda en la bañera? Y ¿Quién dirige la maniobra? En este nerviosismo lógico, un mando indiscutido es más importante que nunca.

Avanzar contra las olas y el temporal puede resultar muy difícil. Tal vez el motor aguante lo justo cómo para mantenerse proa al viento, o tal vez no.

Si el motor no basta hay que ayudar con las velas. Si fuera necesario dar bordadas se deberían dar en corto. En ninguna circunstancia debe peligrar el contacto visual.

Llegar aproados no suele ser una buena práctica.

Posiblemente no se logrará y peor aún la orzada podría quedarse corta .En vez de aproarse, es mejor maniobrar para quedar a barlovento del náufrago donde la tripulación podrá ocuparse del bañista.

Hombre al agua en ceñida

Si al momento del accidente,  vamos en ceñida o incluso al través, lo más lógico es hacer una virada aproando el barco. Podemos dejar el foque el cazado a la contra y metemos la caña al lado contrario para quedarnos  a la capa.

Esta maniobra detendrá el velero y lo hará derivar hasta la zona de la caída del hombre al agua

La maniobra de ponerse a la capa puede suplementarse con el motor, para que el velero llegue antes a su posición.

Subir al naufrago

En un temporal resulta inútil lanzar la sisga de salvamento; es demasiado ligera y se vuela con el viento.

Cabos y amarras son mejores en esta situación, aunque puedan hundirse.

Se lanzaran tres cabos para asegurarse de que el náufrago pueda recoger al menos uno y amarrarse al él.

Una escalera por popa podría facilitar mucho las cosas, aunque hay que tener cuidado con el cabeceo.  

Si el náufrago está exhausto, un segundo tripulante tiene que saltar al agua, firme al barco y en largo, con el fin de engancharlo a un mosquetón.

Para izarlo, puede usarse la driza del spy o un aparejo firme a un obenque.

Uso de la sisga de salvamento

Largar la sisga de salvamento sólo es útil si se piensa en pasar cerca del náufrago.

En este caso, largamos la sisga y, cuando estemos algo más a barlovento, viraremos para quedarnos a la capa.

Con esta maniobra la línea o sisga de salvamento describirá un arco alrededor del náufrago.

Por lo contrario si sólo nos aproamos, la sisga simplemente colgará a sotavento.

Si el bañista cogiera la línea después de un aproarse fallido, la arrancada del barco se la volvería a arrancar de las manos al derivar.

Por eso se recomienda usar la sisga de salvamento únicamente en la maniobra de ponerse a la capa, para poder envolver con ella el área de interés.

La herradura salvavidas sólo puede lanzarse a la mínima distancia, si no el fuerte viento la desviaría tremendamente

Los métodos aquí descriptos son, según el espectro de opiniones consultado, los mejores para los barcos de crucero.

Lógicamente no tienen valor universal.

Lic. Florencia Cattaneo

Fuentes: Dietrich V. Haeften: Cómo afrontar los temporales

Manual de Vela; Editorial Paidotribo