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La Balsa de la Medusa

by | Relatos de Navegantes

El célebre cuadro de Théodore Géricault, El naufragio de la Medusa, fue pintado en 1819,tres años después de la tragedia.

Crónica de naufragio anunciado

En 1816 Napoleón había sido derrotado y Francia estaba en manos de monarcas y aristócratas corruptos.

La corona intentaba restaurar el antiguo régimen absolutista e impulsaba un nuevo colonialismo.

En ese contexto organiza una expedición con la misión recuperar la colonia del Senegal.

El 17 de junio de 1916,  La Medusa, acompañada por otras tres naves de apoyo (Écho, Argus y Loire), encabeza el convoy hacia San luis, la capital de Senegal.

El capitán de la nave era Hugues Du Roy de Chaumareys, un aristócrata francés que carecía de experiencia y habilidad, pero que había conseguido ese puesto por favoritismo político.

La Medusa transportaba 400 pasajeros, entre ellos, el flamante gobernador y un grupo de aristócratas acomodados. También soldados, agricultores, herreros, constructores, maestros, ingenieros, etc.

Todos viajaban junto a sus familias dispuestos a reconstruir la nueva civilización en Senegal.

La distribución interna del buque era muy desigual. Mientras, los pasajeros de mayor rango disfrutaban de cómodas estancias, había una gran cantidad de viajeros sin camarote, que se veían obligados a dormir en cubierta muertos de frío.El Gobernador, su esposa y su hija embarcaron sentados en sillas doradas portadas por lacayos.

Más rápido no es mejor

Ni bien inició el viaje, La Medusa se adelantó a las otras naves. En lugar de navegar en escuadra como decían las ordenes, emprendió, a toda vela un viaje solitario.

Richefort, un pasajero que conocía a fondo aquellas aguas, le advirtió al capitán Chamareys sobre la existencia de unos bancos que sobresalen en medio del océano.

Chamareys mostrando gran arrogancia no lo escucha y el 2 de julio de 1816, la fragata encalla contra los bancos de arena de Arguin a veinte millas de la costa, frente a la desembocadura del río Senegal.

La nave iba a gran velocidad y había derivado alejándose 62 millas de la ruta establecida.

Construiré una balsa…

De inmediato, comenzaron las maniobras para liberar la nave pero, todo fue en vano…

Deseperados y sumamente nerviosos, los comandantes perdieron el control y dieron la orden de evacuar el barco.

Lo primero que organizaron fue el salvamento del gobernador y sus favoritos y recién después el resto.

Fue entonces cuando, se dieron cuenta que La Medusa llevaba 400 personas a bordo y había sólo 6 botes con espacio para 250 personas.

Los técnicos propusieron que los botes fueran por turnos hasta la costa volviendo por los pasajeros hasta salvarlos a todos.

Pero el gobernador y el capitán decidieron no arriesgarse a que se hiciese de noche y le ordenaron al carpintero de La Medusa–Lavillette-hacer una balsa usando los mástiles, cuerdas y tablas de la fragata.

Cortar amarras

El 5 de julio, en medio del pánico, el egoísmo y la brutalidad, el gobernador, el capitán y los más altos oficiales ocuparon los seis botes de salvamento.

El resto, unas 147 personas se apiñaron en la balsa  apresuradamente construida de 20 metros de largo por 7 de ancho.

La balsa llena se mantenía a flote a duras penas. El peso de los  naufragos provocaba que el agua les llegara a los muslos. Tenían que agarrarse unos a otros para no caerse y los maderos de la balsa no cesaban de crujir.

Los ocupantes de los botes prometieron remolcar la balsa hasta tierra firme.

Debían recorrer 20 millas hasta la costa pero, al poco tiempo surgieron las dudas.

El bote del gobernador no podía ir a velocidad y con mucha impaciencia el mandatario ordenó  que se cortara el amarre con la balsa.

El segundo bote, al ver que el gobernador se liberaba hizo lo mismo.

Los otros botes comenzaron a tener miedo.

No querían perder el rumbo de las dos embarcaciones principales y temian que los náufragos de la balsa les abordaran, de modo que, también decidieron cortar todos los cabos dejando la balsa a la deriva.

En la balsa nadie soltó el menor grito

“No podíamos creer que nos habían abandonado hasta que dejamos de ver los botes”, escribió más tarde Savigny uno de los sobrevivientes.

Incluso el carpintero Lavillete, que había construído la balsa, fue abandonado a bordo de su obra.

La condición humana y sus circunstancias

Durante la primera noche,  las  olas eran enormes. Los náufragos mojados y helados de frío intentaban a los empujones aglomerarse en el centro donde se encontraban relativamente seguros de las olas.

Este espacio fue ganado por los pocos funcionarios y oficiales que no tuvieron sitio en los botes. Entre ellos se encontraban el cartógrafo  Corréard y cirujano Savigny que estaban armados.

Bajo las olas se perdieron algunos toneles con agua, comida y vino de la antigua fragata.

Treinta personas que se habían quedado en los bordes  desaparecieron durante esa primera noche.

El segundo día un grupo de náufragos deseperados  decidió beberse uno de los toneles de vino que aún quedaban. Borrachos y aturdidos, fueron cayendo por la borda. Atacaron a otros pasajeros y pusieron en peligro a toda la balsa. Se produjeron luchas con mosquetes y hachas para  aplacarlos. Varios murieron víctimas de esa pelea.

Así llegó la segunda noche. Los tablones de la balsa se iban soltando y formaban una trampa mortal. Algunos, metían la pierna hasta la ingle entre los maderos con tal presión que no podían sacarla y se les rompía. Terminaba en gangrena y se morían.

El tercer día amanecieron sólo sesenta náufragos vivos. Bajo el Sol de la mañana, fueron tirando al mar los cuerpos  de los fallecidos.

Al ser menos la balsa flotaba mejor.

La cuarta noche sufrieron una intensa tormenta. Los náufragos con todas sus fuerzas trataban de permanecer agarrados a los maderos de la balsa.

Al quinto día trataron de pescar pero fracasaron… Contaban con una mínima reserva de vino y la desesperación del hambre provocó que algunos cayeran en el canivalismo comiendo la carne de los fallecidos.  

Otros se negaron y comieron la ropa y el cuero de sombreros y cinturones. Esa noche los ánimos estaban derrotados y algunos lloraron toda la noche.

El sexto día apareció un banco de peces voladores, pudieron atraparlos, comerlos y almacenarlos  en un barril. Esa noche saciados, pudieron dormir y soñar…

En la séptima jornada volvieron a sufrir mar violento y murieron treinta personas más. Ya sólo quedaban veintisiete náufragos y la actitud era de desesperada supervivencia.

El octavo y noveno día la resistencia se quebró.

La gangrena, la deshidratación, la insolación y el frío hacían insoportable la vida de los más fuertes…

El mástil de la esperanza

El décimo día sólo quince personas sobrevivían en la Balsa de la Medusa.

De pronto uno de ellos creyó ver en el horizonte un mástil. Dudaba, pero era real, era la nave Argus…

“Estaba muy lejos y sólo podíamos distinguir la punta del mástil”, escribió Savigny. “El miedo vino pronto a ensombrecer nuestra esperanza…, a esa distancia resultaba imposible distinguir nuestra balsa, que apenas sobresalía por encima del agua. Hicimos todo los posible por atraer su atención, apilamos las barricas y atamos encima trapos de distintos colores…”

El 17 de julio de 1816, la nave Argus avistó a los náufragos. Orzó hacia ellos y los rescató dejando la balsa a merced de la corriente.

¿Qué pasó con los botes?

Cinco de ellos alcanzaron tierra y sus tripulantes  se aventuraron en el peligroso desierto.

Luego de dos semanas se encontraron con una caravana que los auxilió. Algunos murieron.

El bote de Chaumareys logro llegar al puerto de San Luis donde se reunió con el resto del convoy.

El comandante envió a la nave Argus en busca de los restos del naufragio, no porque creyese que iba a encontrar supervivientes, sino porque confiaba en rescatar varios barriles cargados de oro.

¡Nosotros no seriamos capaces!

Cuando el Argus encontró la balsa  sólo 15 personas quedaban con vida, y de ellas, cinco murieron durante el traslado a San Luis.

Cuando desembarcaron en la capital senegalesa los 10 sobrevivientes fueron llevados a un hospital.

Rápidamente, los oficiales franceses fueron a tomarles declaración e intentaron por todos los medios que las víctimas exculparan a las autoridades que los habían abandonado.

Chantajeados y amenazados, casi todos firmaron excepto algunos que lograron escapar del hospital.

El escándalo saltó a la prensa a través del testimonio de los sobrevivientes, Savigny y Corréard, que llegaron a publicar un libro contando su versión de lo ocurrido.

La tragedia humana de la balsa de la medusa se convirtió en un escándalo político.

En marzo del año siguiente, el comandante  Chaumareys fue juzgado y declarado culpable.

Se le retiraron sus cargos y condecoraciones navales y fue sentenciado a tres años de prisión. El noble logró evitar la pena de muerte.

Un retrato de la esperanza humana

En 1818 Théodore Géricault está en un momento crítico de su vida y no sabe a quién debe  servir con su pintura.

El desastre de La Medusa capta su atención y quiere conocer a los sobrevivientes.

Se encuentra con ellos y les ofrece alojarlos en su casa de Montmartre, donde residen hasta que finaliza el famoso cuadro.

Necesitaba conocer la historia completa,la verdad desnuda.

Incluso pide al carpintero de la balsa –Lavilette- reconstruir parte de ella en los treinta metros cuadrados que tenía su estudio.

El pintor se plantea varios enfoques pero finalmente se decide a plasmar el momento en que los náufragos ven el mástil del Argus

El cuadro fue terminado en 1819 y recibe una distinción pública de un régimen que ya había enjuiciado al capitán y depurado responsabilidades.

Este gigantesco lienzo –mide casi 5 metros de altura por 7 largo–, se expone hoy en el museo del Louvre

El futuro de Géricault cambia a partir de esta obra, pero muere cinco años después luego de una violenta caída mientras cabalgaba.

Lic. Florencia Cattaneo

Campo Embarcaciones

Bróker Náutico

Fuentes:

Rose-Marie & Rainer Hagen; Los Secrtetos de las Obras de Arte; Théodore Géricault: Los náufragos de la Medusa, 1819 Taschen,2005

Henry Savigny y Alexandre Corréard;Narrative of a voyage to Senegal in1816

Pag Web panyrosas.es; Meditación de la Balsa de la Medusa;

Javier García Blanco ;Arte secreto; La trágica historia de una fragata llamada ‘Medusa’