El sábado 1 de mayo de 1915, la tripulación del “Lusitania” esperaba con ansiedad la orden de zarpar. Las máquinas estaban listas para abandonar el puerto de Nueva York poner rumbo a Liverpool.
Llevaban ya más de dos horas de retraso. En el mundo anglosajón de comienzos del siglo XX una demora, por pequeña que fuese, era señal de absoluta falta de responsabilidad. Pero no era el caso. En la otra punta del océano se libraba una guerra.
Este poderoso buque de 213 metros de eslora y 45.000 toneladas era el orgullo de la marina mercante británica.
La suntuosa decoración y el lujo de sus instalaciones le confería la posibilidad de transportar a privilegiados hombres ricos que pagaban fortunas para alojarse en sus camarotes de primera clase.
Viajaban en esta oportunidad 1.973 pasajeros de diversas nacionalidades y todos se hallaban preocupados por la demora en zarpar.
El que avisa no es traidor
Una semana antes de la partida, el 22 de abril, la embajada alemana en Washington había publicado avisos en los diarios estadounidenses advirtiendo a quienes se embarcaban en buques británicos
El intimidante texto decía así:
¡Anuncio! A los viajeros que proyecten embarcarse en una travesía por el Atlántico se les recuerda que existe estado de guerra entre Alemania y Gran Bretaña, y que los barcos de bandera británica pueden ser destruidos. Los pasajeros que viajen por la zona de guerra en barcos de Gran Bretaña o de sus países aliados, lo harán bajo su propia responsabilidad.
Los alemanes sospechaban que los buques de pasajeros, incluso los más lujosos estaban siendo utilizados por los Estados Unidos para enviar armas a Gran Bretaña.
Las amenazas no llegaron solamente a través de las vías habituales, en el horario en que debía producirse la partida hacia las islas británicas, muchos de los pasajeros ilustres comenzaron a recibir telegramas intimidatorios firmados por nombres desconocidos.
No obstante, luego de descartarse una posibilidad de ataque, el capitán del lujoso transatlántico, William Turner, recibió la orden de zarpar.
En tanto en Buenos Aires, el diario La Prensa publicaba aquel 1 de mayo: “A bordo del Vapor “Lusitania”, que partió hoy a las 10 de la mañana, reinaba gran sobreexcitación en el momento de zarpar, a causa de telegramas recibidos por varios pasajeros prominentes. Se les advertía que suspendieran el viaje, porque el vapor sería indudablemente atacado por submarinos alemanes.”
Ningún pasajero suspendió el viaje. Pasada la primera impresión todos creyeron que se trataba de una broma.
A La caza…
Todo el mundo estaba al tanto de que el “Lusitania” era más rápido que cualquier sumergible alemán construido hasta entonces.
La mole de cuatro chimeneas podía desarrollar una velocidad de 27 nudos. Esto le permitía atravesar desafiante el océano Atlántico.
Sin embargo, los capitanes de los submarinos alemanes conocían muy bien las costas del Atlántico Norte, y sabían que para hundir al famoso vapor sólo tenían que esperarlo entre dos aguas en cualquier rincón de Irlanda, en el sitio en que forzosamente el buque debía moderar la marcha.
El viernes 7 de mayo, muchos pasajeros recibían el encantador día primaveral en cubierta, paseando, leyendo o descansando en las reposeras. Los chicos, muy numerosos, jugaban ya acostumbrados al bambolear de la embarcación.
Mientras tanto, en aguas irlandesas, los sumergibles alemanes tomaban posición de ataque.
El mediodía transcurrió sin novedad. En los relojes del buque sonaron las dos de la tarde. El tiempo seguía siendo bueno. A unos 14 kilómetros, las costas irlandesas dejaban ver sus contornos azulados. Al divisarse tierra, navío comenzó a aminorar un poco su velocidad a 17 nudos.
Eran los últimos minutos de un viaje que parecía feliz y sin dificultades. El “Lusitania” estaba navegando al sur del cabo kinsale, junto a la costa meridional de Irlanda y ya muy cerca del muelle de Liverpool.
Un pasajero estadounidense inclinado sobre la baranda de la cubierta de primera clase se inclina más de la cuenta al ver una estela blanca. Salta como resorte y grita: ¡Un torpedo! Eso fue todo.
18 minutos para morir
El impacto contra la proa del “Lusitania” provocó una explosión terrible. Un furioso estremecimiento levantó en el aire a todo el buque, que luego se inclinó pesadamente.
El submarino alemán “U 20” había lanzado un torpedo contra el blanco codiciado. La mayoría de los pasajeros no se daban cuenta exactamente de la situación, y corrían desorientados de un lado a otro.
El capitán Turner ordenó al piloto poner proa hacia el litoral en un intento desesperado por acercarse más a la costa Irlandesa.
Poco después el transatlántico fue sacudido por un nuevo torpedo y comenzó a hundirse con una rapidez tal que solamente pudieron salvarse alrededor de 700 pasajeros.
Escorado por la banda de estribor, el “Lusitania” tardó sólo 18 minutos en hundirse. Se alcanzaron a bajar únicamente dos botes.
Sobre el lugar, se veía una masa indescriptible de náufragos: por todas partes se alzaban manos y brazos de hombres, mujeres y niños que luchaban por mantenerse a flote
Todos los barcos de Queenstown, Kinsale y otros puertos de las costas más próximas fueron despachados para prestar auxilio, llegaron una hora después del hundimiento y ya habían desaparecido las dos terceras partes de los náufragos.
Eran las 14.33 y con el “Lusitania” desaparecieron 1.198 personas de las cuales 128 eran de nacionalidad estadounidense.
Obediencia de vida
El capitán William Turner, se hundió con el buque, pero fue rescatado después por una cuadrilla de salvamento.
En la declaración ante el juez naval dijo que le buque no estaba armado.
Al ser interrogado acerca de si había pedido protección al almirantazgo británico, a consecuencia del aviso intimidatorio, el comandante de la nave respondió: “No, lo dejo a los señores del Almirantazgo, pues eso les corresponde a ellos y no a mí. A mí me corresponde simplemente cumplir la orden y emprender el viaje, y lo haría de nuevo si se me lo ordenara”
En tanto, el Almirantazgo, declaró que se había avisado al Capitán Turner de las noticias publicadas en los Estados Unidos y se le habían impartido las instrucciones de la ruta a seguir
La guerra es la guerra
Una de las grandes cuestiones relacionadas con el hundimiento del “Lusitania” era precisar si el buque era parte de la táctica de la Armada Británica.
Más de una vez se afirmó que estaba fuertemente armado y que además transportaba elementos bélicos desde los Estados Unidos hacia Europa.
La duda nunca fue develada oficialmente. El Almirantazgo británico aún hoy niega que haya habido armas a bordo del “Lusitania”, en tanto los archivos oficiales estadounidenses mantienen en pie la versión oficial: “fue una “brutal” agresión contra un inocente buque civil que transportaba ciudadanos de la América neutral”.
En los anuarios navales que poseía la marina Alemana, tanto el “Lusitania” como el “Mauritania” figuraban como barcos armados o como cruceros auxiliares.
Estas naves habían sido construidas con una subvención del Almirantazgo británico, sobre la base de un acuerdo en virtud del cual ambos barcos debían estar, a su pedido, a disposición del alto organismo naval.
Por eso, meses antes de estallar la Primera Guerra Mundial, por orden del almirantazgo se les hicieron modificaciones a estos buques, a fin de colocar en cada uno doce cañones. Sin embargo estas armas no llegaron a ser montadas.
De todos modos, resulta evidente que, aprovechándose del hecho de que los submarinos alemanes, hasta 1915 no atacaban a los barcos de pasajeros, estos fueron empleados para transportar material militar a Inglaterra.
Investigaciones posteriores revelaron que en su último viaje el lujoso barco llevaba una importante carga militar y que los documentos de embarque habían sido adulterados.
El lusitania perdió su disfraz cuando fue impactado en su poderoso almacén cargado clandestinamente con 4000 cajas de municiones y material de guerra.
La explosión interna determinó que el casco se despedazara. Ello explica que se hundiera en sólo 18 minutos
Rumbo al suicidio
Desde la partida de la nave, las amenazas de hundimiento no cesaron. Ya no eran telegramas enviados a ciertos pasajeros sino claras señales de que el barco iba a ser echado a pique en cualquier momento.
En este sentido, lo más patético y revelador fueron las palabras del capitán William Turner:
Un mensaje codificado enviado a la nave fue el que ocasionó que el “Lusitania” se dirigiera directamente al encuentro de los submarinos.
Es curioso asimismo el relato del capitán del submarino “U 20” de la Armada Alemana, Walter Schweiger. Este Capitán dijo haberse sorprendido de que el “Lusitania” se aventurara en aquellas aguas, ya que sólo el día anterior dos vapores británicos habían sido hundidos por su sumergible en esa misma área.
Por otra parte, en una conversación documentada entre el Coronel Edward Hause y Sir Edward Grey (Secretario de Interior de Inglaterra), sobre como hacer que America entrara en La Guerra, Grey pregunto: “¿Qué harían los americanos si los alemanes hundieran un crucero con pasajeros americanos abordo?. Hause, respondió: “Creo que una llamarada de indignación barrería a los EE.UU. y eso por sí mismo seria suficiente para llevarnos a La Guerra”.
1.198 personas perdieron sus vidas causando la ira de la población Americana. América entro en guerra poco después.
Lic. Florencia Cattaneo
Campo Embarcaciones
Bróker Náutico
Fuente: Adriana Carrasco; Catástrofes en el mar