Si no visualiza correctamente este mail, haga

Te hacen falta vitaminas

by | Relatos de Navegantes

George Anson, partió de Gran Bretaña en septiembre de 1740 al mando de una flotilla de seis barcos y 1995 hombres.

Tenía patente de corso y su objetivo era capturar los barcos españoles que hacían la ruta del pacífico.

Anson regresó a su tierra en 1744, con apenas un navío y una pequeña fortuna.

De la lectura del diario de a bordo se deduce que más del 50% de la tripulación, unos 1051 marinos, en lugar de morir en batalla o ahogados en medio de tempestades, acabaron víctimas del escorbuto.

La peste del mar

Este problema lo sufrían también españoles, portugueses y muchos otros marinos que se aventuraban durante más de ocho semanas fuera de las costas y del aprovisionamiento de alimentos frescos.

El escorbuto es una enfermedad provocada por la falta de vitamina C, sustancia que no se logró aislar y medir hasta 1928

El cuerpo humano no puede sintetizar la vitamina C (algunos animales sí lo hacen), por lo que es necesario incorporarla a través de la alimentación para evitar su deficiencia.

Los síntomas del escorbuto son: debilidad, dolor muscular y articular, hemorragias en las encías y en la piel que tardan en cicatrizar.

Durante su histórico viaje de 1497 por la costa occidental de Africa, Vasco da Gama observó cómo sus hombres sufrían lo horrores del escorbuto.

“Sus encías quedaron amoratadas, hinchadas y podridas, rezumaba sangre ennegrecida y terminaron por cubrir sus dientes.

Las piernas se les debilitaron y gangrenaron. Los que estaban en peor estado ni siquiera tenían fuerzas para espantar las ratas que les roían las plantas de los pies.”

 Y en 1579 Thomas Stevens escribió: 

“Por culpa de la larga travesía y la falta de comida y agua, padecen varias dolencias, sus encías se inflaman terriblemente hasta que de buen grado se las cortarían ellos mismos.

Sus piernas se hinchan y todo el cuerpo queda tan adolorido y entumecido que no pueden mover ni un pie ni una mano, y así mueren de debilidad”

Con razón, a esta desagradable enfermedad los navegantes la llamaron, “la peste de las naos”, los portugueses la conocían como “mal de Loanda” y los ingleses como “la peste del mar”.

Misterioso Mal

Los médicos generaban inventivas teorías sobre el origen misterioso del escorbuto.

Creían que se trataba de: “el mal de la sangre corrompida por su espesamiento” o de ” una consecuencia del frío de los mares”

Algunos decían que se debía “a la melancolía, el desánimo y la inacción de los hombres en las navegaciones largas”

Otra causa que no podía estar ausente era: “el azote de la justicia divina contra los pecados de los hombres, consecuencia del influjo del demonio”

Otros estudiosos creían que tenía su origen en “las emanaciones nauseabundas del navío a través de podredumbres y focos de putrefacción”

A menudo se mencionaba la falta de agua potable de calidad o una dieta restringida basada en carne salada como causa de la enfermedad.

La experiencia de Anson

Sin embargo, muchas de estas causas fueron rebatidas por Anson.

Sus hombres, pudieron beber agua fresca de lluvia durante toda la travesía y comer abundante pescado fresco y ganado embarcado en México.

Pero, el escorbuto no remitió ni un ápice.

Al respecto Anson escribió: “Habíamos tomado además otra precaución muy recomendable que es tener muy limpios los navíos y abrir las ventanillas para que circulara el aire…”

“A pesar de toda nuestra limpieza, el mal continuaba atacándonos y nada había perdido de su malignidad…”

“No se imagine nadie que yo quiera sostener que las carnes frescas, la abundancia de agua y la circulación del aire puro sean cosa de poca importancia en esta enfermedad…”

“Pero todo lo que yo quiero probar es que hay ciertos casos en que esta enfermedad es incurable por mas remedios que se hagan, y sobre todo estando en el mar…”

“Cuando el enfermo llega a cierto punto, no puede curarse si no se le lleva a tierra o al menos a muy poca distancia de la costa.”

Tratamientos curiosos

Los tratamientos ensayados –inútiles por supuesto– eran curiosos:

Suministrar altas dosis de sal, de mostaza, de vinagre, de malta, de agua de mar pura, las tradicionales sangrías, etc., etc.

Pero la única “cura segura” era el contacto real del enfermo con tierra firme.

Cada vez que los tripulantes desembarcaban buscaban coclearia, una planta conocida como la hierba del escorbuto, cuyo efecto beneficioso era conocido.

Morton cuenta la historia de un marinero al que dejaron por muerto de escorbuto en tierra.

El hombre protagonizó una recuperación milagrosa después de roer las hierbas que le rodeaban, que por suerte eran la conocida hierba del escorbuto o coclearia.

Porque la solución no era otra que la fruta y las verduras frescas y crudas.

El consumo de verduras causaba una mejoría tan instantánea que la cura parecía evidente, pero estos alimentos no siempre estaban a mano cuando se los necesitaban.

Los experimentos de Dr Lind

El Doctor James Lind, médico cirujano del HMS Salisbury, consternado ante las grandes pérdidas sufridas por la tripulación de Anson, observó el fenómeno.

 Y en 1747, decidió realizar una serie de experimentos nutricionales sofisticados para su tiempo con el objetivo de establecer con certeza qué cosas mejoraban realmente a los afectados, ya que había numerosas anécdotas y tradiciones contradictorias.

De hecho, entre las tradiciones figuraba una que resultaría efectiva: a bordo de muchos buques holandeses se recurría al jugo de limón como “preventivo”.

Para su ensayo, Lind seleccionó a 12 enfermos de escorbuto que exhibían síntomas en similar grado de avance y los dividió en seis pares.

A cada par le suministró la misma dieta, pero le adicionó diferentes suplementos.

Los diferentes agregados eran: un vaso de sidra diaria, un vaso de agua pura de mar, una porción de ajo y mostaza, dos cucharadas de vinagre, dos naranjas y jugo de limón.

Luego, Lind se dedicó a observar y registrar todos los cambios metabólicos.

Como es fácil deducir, la salud de cuatro de los seis grupos de pacientes siguió deteriorándose.

Los que tomaron sidra mejoraron levemente.

Pero los que consumieron cítricos gozaron de una clara, rápida y completa recuperación.

La conclusión fue que consumir zumo de cítricos, especialmente de limones y naranjas era el método para prevenir el escorbuto.

Lind logró establecer la superioridad de esta receta y sus experimentos constituyen los primeros ensayos de terapia controlada de la historia de la medicina.

Una década más tarde, en 1754, Lind retirado, publica su tratado sobre el escorbuto, relatando las aventuras, los ensayos y los consejos preventivos.

Sin embargo, su comprobado método no logró convencer a muchos capitanes y la dieta del limón tardaría varios años en ser adoptada.

 El Capitán Cook y la limpieza

Como el método de Lind tenía severos detractores, las autoridades británicas encargaron a otros capitanes nuevas pruebas para hallar la dieta justa capaz de evitar el escorbuto.

Así Byron, Wallis, Carteret y el famoso James Cook salieron en sucesivas expediciones a surcar mares y descubrir nuevas tierras, mientras ensayaban sobre sus tripulaciones los resultados preventivos de distintos aditamentos nutricionales.

Cook fue el único que pudo vanagloriarse de regresar de sus largos viajes sin perder marineros debido a este mal. 

Además, sumó otro mérito al ordenar una serie de medidas higiénicas complementarias a la dieta que incluían airear, limpiar y secar de manera estricta las cubiertas donde se alojaban los marineros, proveerles de hamacas secas, turnos de descanso rotativos y abrigos especiales contra el frío.

Con estas ideas simples, pero revolucionarias para aquellos años, Cook pudo notificar a sus superiores que sus viajes culminaban con una baja tasa de mortalidad por enfermedades y hasta recibió una medalla de la Royal Society por esto.

Irónicamente, este capitán que exploró el Pacífico a fondo y murió en Hawái estaba convencido que la prevención del escorbuto se lograba gracias a su idea de suministrar altas dosis de malta a toda su gente, y no hizo hincapié en que se debía a los aportes de alimentos y de frutas frescas que, también, se preocupaba por hacer embarcar en cada ocasión posible.

Es el limón, Estúpido…

En 1795, Transcurridos más de cuarenta años de la publicación del tratado de Lind, el Almirantazgo emitió una serie de órdenes detallando que todos los navíos que se hicieran a la mar debían contar con un generoso cargamento de limas y limones para ser repartido equitativa y periódicamente entre la tripulación.

Esta obligación, era motivo de burla de los marinos de otros países que les pusieron el mote de “limely” o bebedores de limón.

El limón se tomaba concentrado y con una pequeña cantidad de aguardiente.

Su conservación era difícil para lo cual se dictó la siguiente receta:

 “Colóquese en una cazuela de barro nueva y bien vidriosa el jugo de los limones, bien amarillos, poniéndolos al baño María, con fuego claro, que haga hervir al líquido, manteniéndolo en este grado de calor hasta que el jugo adquiera la consistencia de jarabe, dejándolo enfriar y embotellándolo”.

Lind aseguraba que sus propiedades se mantenían por 4 años, lo que dudamos hoy en día.

Lic. Florencia Cattaneo

Campo Embarcaciones

Broker Náutico

Fuentes: Enrique Garabetyan; La Maldición…; Página 12 –13/08/2005

Web Historia cocina; La alimentación en la historia de los barcos

Peter D. Jeans; Mitos y Leyendas del Mar

George Anson; Viaje alrededor del mundo