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Todo no se puede

by | Técnica Náutica

Quiero que mi barco sea fuerte, cómodo, seguro, que navegue bien, capaz de llegar lejos, no demasiado complicado y que su aspecto me guste

Todos los veleros, sean los que sean, son consecuencia de un compromiso

Este compromiso se manifiesta incluso en los barcos de regata. La necesidad de mantener el nivel de maniobra conveniente para todas las condiciones lleva a ciertas limitaciones en las velas. Lo mismo sucede con la seguridad, la necesidad de que la tripulación llegue sana y salva a la meta obliga a un control un poco más pesado de lo que indicaría la lógica aerodinámica e hidrodinámica.

Si el velero de regata tiene que negociar con estas realidades contradictorias, ¡Qué se puede esperar  de un velero de crucero que deber ser a la vez rápido, cómodo, fácil de maniobrar y económico!

No nos queda otra que admitir que no se puede tener todo a la vez;  que una nota excelente en una de las características del velero irá acompañada casi inexorablemente de una nota media o regular en otra.

La dificultad se presenta cuando tenemos que establecer prioridades y elegir el nivel de satisfacción que esperamos en cada punto.  

Los efectos secundarios de la Comodidad

Una altura interior generosa, más volumen sobre cubierta y mayor cantidad de lugares para almacenar son pretensiones legítimas para quien quiere vivir más cómodo durante un crucero.

Sólo se trata de saber que esta comodidad puede tener consecuencias en las cualidades marineras del velero; pues más volumen y más interiores significan también más peso.

Y el peso en un velero es valor a limitar, sobre todo cuando no añade nada a la solidez y a la estabilidad.

Esto se acentúa aún más cuando se colocan accesorios pesados un poco por todas partes (molinetes en proa, radar en el mástil, soportes para el bote auxiliar en la popa)

Todos estos elementos influirán en las reacciones del barco durante el balanceo y el cabeceo.

El secreto del mantenimiento de las cualidades marineras tiene que ver con un principio muy sencillo: No pedir demasiadas cosas a un barco de un tamaño determinado.

Cuando un velero de 9 metros empieza a parecer una rana hinchada y atiborrada de accesorios demasiado pesados, quizá lo más indicado sea pasar a un casco de 10 metros.

En otras palabras, un barco grande sencillamente amueblado, con un francobordo y un peso moderados, puede revelarse más funcional para vivir y mucho más gratificante que un modelo más corto atiborrado con interiores más completos.

Francobordo Alto: Una de cal…

La búsqueda de volumen habitable significa también aumento del francobordo y de las superestructuras, lo que representa a su vez un centro de gravedad más alto.

La subida del centro de gravedad y el aumento de peso en las alturas promoverá más el balanceo. 

Además, tener más superficie expuesta al viento hace que el barco sea más lento y que en puerto las maniobras sean más complicadas.

A partir de este panorama, todo depende de la elección personal. Sólo basta saber que cada centímetro de altura añadido debajo de cubierta y cada kilo suplementario encima de la eslora de flotación le restarán al velero un poco de sus cualidades marineras.

Una opción válida a la hora de disfrutar de barcos que sean a la vez espaciosos y rápidos, es el diseño de los monocascos actuales con mucha manga.  

Las soluciones de compromiso se expresan también acá:

La gran manga tiene como inconvenientes, el aumento de peso y  de las resistencias al avance y al viento al escorar pero, tiene la ventaja de contar con mayor posibilidad de aumentar la superficie de las velas y por tanto de aumentar también la potencia, sobre todo en rumbos portantes.

Francobordo Alto: Otra de arena.

Como prueba de que nada es sencillo en materia de navegación, determinadas circunstancias del francobordo consideradas perjudiciales a las cualidades deportivas del barco pueden convertirse en ventajas para la seguridad de la tripulación.

A priori, un francobordo pequeño es muy beneficioso para el velero: Tiene menos superestructura, menos superficie de resistencia al viento, y un centro de gravedad bajo. Por lo tanto, mayor estabilidad.

Sólo que con viento duro, el panorama puede ser muy distinto.

Antes que nada para la tripulación, que se moja más al quedar expuesta a los rociones y las olas que barren una cubierta demasiado baja

Y luego, cuando la escora es importante, menos francobordo significa también más riesgo de pérdida de estabilidad.

Efectivamente, a partir de los treinta grados el veril está en el agua. Sin reserva de flotabilidad lateral, la curva de estabilidad empieza a cambiar. Y la situación no hace más que empeorar con la escora.

A esto se añade que tumbado en el agua, un barco con poco francobordo tiene menos capacidad de adrizamiento, porque hay menos distancia entre sus centros de gravedad y de carena.

En ningún otro aspecto de la navegación es tan palpable lo difícil que resulta el compromiso.

Pues un velero con poco francobordo tiene indiscutiblemente mejores condiciones marineras pero, estos recursos en caso de vuelco se pagan caros.

Y donde queda el placer

Antes de cerrar el debate y sacar conclusiones sobre las distintas implicancias de estas soluciones de compromiso, quizás es el momento de preguntarse por las motivaciones.

Sabemos que, una superestructura un poco más grande y su consecuente exceso de peso, se traducen necesariamente en un comportamiento menos agradable al navegar.

No obstante, esto importa poco si tenemos claro que es lo que más nos hace feliz a bordo.

Tal vez nos motiva: Disfrutar de un fondeadero solitario, el deseo de descubrir el mundo con una casa flotante a cuestas, disfrutar en familia de las comodidades y la seguridad a bordo o la placentera monotonía de una travesía de tres semanas al ritmo de las olas.

O más bien nos motiva, disfrutar de la capacidad de reaccionar del velero con viento flojo,  la satisfacción de avanzar sin pantocazos en la marejada,  las aceleraciones cuando carga la racha, etc.

Todo esto forma parte de los placeres indiscutibles para el navegante a vela.

 A cada cual le corresponde fijar el nivel de exigencia en cada punto.

Estas reflexiones nos permiten evaluar con mayor exactitud nuestras expectativas en función de las posibilidades. Y tener claro cuáles son las situaciones de la navegación que nos gustan y cuales preferimos evitar.

El recién llegado a la vela tendrá que dejarse llevar por suposiciones y probar las variantes del navegar que más lo satisfacen – o la que le sea más fácilmente accesible- antes de crear el programa a su medida.

Lic. Florencia Cattaneo

Campo Embarcaciones

Fuente: El crucero costero y de altura; Oliver Le Carrer