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A pesar de la formidable vigilancia, el capitán Grivel quería escapar del  pontón de Castilla la Vieja. 

Grivel era uno de los tantos prisioneros de guerra recluidos en los denominados sepulcros flotantes.

Sabía que sus camaradas franceses acampaban a una hora de distancia y sólo tenía que esperar el momento oportuno.

Planeaba fugarse y para ello intentó convencer a sus compañeros. La mayor parte de ellos, lo creyeron imposible y se negaron.

Grivel insistió muchas veces con su propuesta y el resultado era siempre negativo.

Cansado acabó diciendo: – ¿Nadie quiere irse?  pues bien, me iré llevando sólo a los que esten dispuestos a arriesgarse. Me iré a plena luz del día y a la vista de los guardias.

— No llegará ese momento, respondieron los incrédulos.

— Llegará, replicó Grivel y bien pronto.

Los pontones de Cadiz

Sin duda el uso más triste que se ha hecho de los buques viejos es haberlos trasformado en calabozos para prisioneros de guerra.

Estos navíos anclados en una rada, desarmados de cañones y sumamente vigilados se volvieron mucho más seguros y comódos que las cárceles de tierra.

Durante la guerra de la independencia de España (1808-1814), los pontones de Cádiz tuvieron la mayor concentración de reclusos. casi 20.000 hombres padecieron las más extremas condiciones de habitabilidad y salubridad.

En 1808 estos pontones españoles recibieron a la rendida flota imperial francesa al mando del vicealmirante Rosily. 3676 hombres fueron hacinados en ocho viejos navíos inhabilitados en medio de la bahía de Cádiz.

Luego, se agregarían 15.350 hombres capturados en la batalla de Bailen al mando del General Dupont. Entre ellos el capitán de marinos Jean-Baptiste Grivel.

Este oficial, habia sido encarcelado con sus compañeros en una fortaleza para luego ser trasladado a los pontones anclados en la bahía de Cádiz vigilados por una línea de navios ingleses y buques españoles.

El más privilegiado de los pontones era el Castilla la vieja destinado a la reclusión de los oficiales.

Estaba libre de tifus y no pasaban hambre ni torturas. Sin embargo estaban presos y soñaban con la libertad.

El momento ha llegado…

El 22 de febrero de 1810, a las 10 de la mañana, el mulo, un pequeño barco español que proveía agua al castilla la vieja, se amarró al pontón.

La viento era favorable y soplaba vigorosamente.

Bajo el pretexto de ayudar a transportar los barriles de agua, los franceses complotados con grivel desendieron al Mulo.

Este movimiento no suscitó desconfianza en los guiardias españoles. El comportamiento era natural y espontaneo.

Sin embargo, logro despertar la curiosidad de los prisioneros que querían saber si Grivel se decidiría a partir.

En todas las ventanas se observaban caras burlonas y dichos burlescos a los que Grivel no respondia.

Mientras tanto; algunos de sus compañeros de fuga ayudaban a los marineros a eslingar los barriles para enviarlos al ponton y otros compraban hilos, agujas, papel,tabaco y demás objetos cuyo comercio estaba permitido entre españoles y prisioneros.

Grivel vagaba tranquilamente sobre el puente como si nada pasara.

Todos parecían estar seriamente ocupados en lo que hacían, esperando la señal que debía dar Grivel.

Uno de los prisioneros se topó con Grivel en el puente, rió groseramente y osó decir algunas frases que ponían en duda la fuga.

-No te engañes, respondió Grivel friamente, yo me marcho; dejáme pasar.

Se dirigió á la escalera, donde un centinela le impidió el paso. Grivel lo atacó, el marinero sorprendido no se resistió y se tiró al mar.  En un instante estuvo en la barca. Entonces abrió los brazos.

Sus compañeros esperaban este ademán. Inmediatamente muchos de ellos se arrojaron sobre los marineros y los arrojaron al mar.

mientras que otros se ocupaban en poner las escotas a la vela e izarla, lo que era bastante difícil por estar el mar alborotado y por la fuerza del balanceo.

Se logró, sin embargo, levantarla la vela despues de mucho trabajo; soltaron la amarra de proa, y el mulo empezó a derivar, pero la amarra de popa iba a detenerlo, y no habia un cuchillo para cortarla.

Uno de los fugitivos se sacrificó y subió  a bordo del Castilla la Vieja para largarla, sin tener tiempo de bajar otra vez porque el barco tomó viento en popa y se alejó.

La Huída

Mientras esto sucedía, una chalupa inglesa partió del navío almirante y saludó al barco con una descarga de fusilería

La guardia del pontón respondió a la señal, y en breve, morteros, cañones, fusiles, todo se unió contra el débil barquito.

La vela, levantada por el viento, estaba retenida por uno de hombres que luchaba por aferrar la escota. Esta lucha le costó la vida. La guardia tiraba sobre la barca y la casualidad hizo que todas las balas se concentraran en él. Francisco sucumbió traspasado por seis profundas heridas.

El pequeño barco llevaba 35 valientes. En el pontón ya nadie se burlaba. Envidiaban la suerte que a cada segundo los alejaba.

Sólo se necesitaba un balazo que para romper el palo o para cortar la verga pero afortunadamente nada de esto sucedió

El viento era fuerte y el barco rápido. Grivel estaba al timón y aprovechaba hábilmente todas las circunstancias de navegación que pudieran favorecerle.

El barco se introdujo en medio de los buques mercantes que estaban anclados cerca de Cádiz. Se parapetaron allí. En esta situación no podían tirarles.

Las tripulaciones de los buques mercantes, sobre todo las inglesas les daban protección y les demostraban vehemente alegría:

¡Hurra! ¡ hurral gritaban; ¡valor, franceses! . Arrojaban sus gorras al aire y subian a los obenques para saludar a los fugitivos como si fueran sus propios soldados triunfantes.

Cualquier marinero puede hacerlo…

La brisa pronto alejó la barca de aquella línea de buques rumbo a la costa de Rota.

Pero, un nuevo obstáculo los esperaba. Cuatro goletas que escoltaban un convoy que entraba en Cádiz, los distinguieron.

La barca pasó al lado de una de ellas que reconoció a los franceses. Su artillero sorprendido por el encuentro, olvidó cargar el cañon con bala y sobre la barca sólo cayó el taco sin herir a nadie.

Luego de una hora de angustias y peligros, Grivel y sus compañeros llegaron a Rota en Andalucía.

Aunque este arribo tuvo sus complicaciones. Allí, el puesto francés más cercano los recibió a los tiros confundiéndolos con españoles.

Este fué el último acto de esta aventura, la huída fue exitosa.

En el cuartel general, el mariscal Soult recibió con viva satisfacción a los fugitivos.

Elogió a Grivel por su valentía

¡Bah! señor mariscal, respondió el capitan Grivel, lo

que hemos hecho, lo hubiera llevado a cabo cualquier marinero.

 Mientras tanto en Castilla la vieja…

Los prisioneros animados por la espectacular fuga buscaban la oportunidad de liberarse.

En los primeros días de marzo se produjo un gran temporal.

Los reclusos en su mayoría marinos, cayeron en la conclusión de que para recuperar la libertad sólo debían esperar el próximo temporal, cortar amarras y desplazarse al garete hasta la costa que estaba bajo dominio francés.

La fortuna les fue propicia y el 15 de mayo de 1810 sopló nuevamente viento duro y huracanado

Los presos del pontón de Castilla la vieja, unos setecientos, aguardaron a la noche y sorprendieron a los guardias haciéndolos prisioneros.

Cortaron amarras y se dejaron llevar por el viento logrando varar en la costa del Puerto de Santa María ocupada por el ejército francés.

Sus compatriotas hicieron denodados esfuerzos de salvamento y los recibieron en medio de la mayor alegría.

Cuando el navío pontón se encontraba vacío fue incendiado, consumiéndose esa misma noche.

Lic. Florencia Cattaneo

Campo Embarcaciones

Broker Náutico

Fuentes: León Renard; Historia secreta de barcos y Navegantes

Frederic bernard; Wonderful escapes

Lourdes Márquez; Recordando un olvido: pontones prisiones en la Bahía de Cádiz (1808-1810)

Pág web diariodecadiz.es/article/…/asedio/frances/la/costa.htm

Pag web elguichidecarlos.com, guerradelaindependencia/fugaprisionerosfrancesesdelcastilla.