Todos los barcos y todas la tripulaciones saben que un día u otro, les tocará navegar con mal tiempo.
En nuestras regiones, los verdaderos temporales son muy escasos y si bien el tiempo duro es relativamente frecuente, estas tormentas nunca llegarán a tener la violencia de los temporales de las regiones más cálidas.
Esto no quita que, un pampero pueda sorprendernos en algún punto de la travesía a Colonia, llegando a puerto, o en la mitad del Río de la Plata. O que súbitamente, nos encontremos con una fuerte sudestada frente a Riachuelo.
Lo importante es estar bien preparados.
No existe una única forma de afrontar el tiempo duro.
Los navegantes que han sobrevivido a fuertísimos temporales coinciden en que cada diseño de barco requiere una táctica diferente y la mejor forma de prepararse y practicar las técnicas es en nuestro propio barco.
Para esto, no hay que perder las oportunidades de familiarizarnos con el viento fuerte. Una corta salida de entrenamiento, desde un puerto de fácil acceso permite hacerse una idea de las fuerzas en juego, conocer mejor el barco y ganar confianza.
De esta forma, estaremos listos para actuar con eficacia y llegado el momento podremos tomar decisiones basadas tanto en las características del velero cómo de las condiciones específicas del mar o río, de la fuerza del temporal , de la proximidad de la tierra, de la destreza de la tripulación o de la fatiga o rotura de parte del equipo.
Nos sorprendió el temporal. ¿Qué hacemos?
Si se puede, lo mejor es seguir el rumbo inicial. En este caso se tratara sólo de mantener las buenas técnicas de navegación con viento duro ya conocidas y con menos vela a medida que el viento aumenta.
La navegación es más incómoda y mojada, pero la manera de actuar no cambia sustancialmente en nada. Hay que prestar más atención a la seguridad de todos y vigilar la conservación del barco.
Si el temporal empeora, y observamos que el barco ya casi no gana camino contra el viento, llegó el momento de decidir.
Existen dos grandes teorías de cómo afrontar temporales: Capear o Correr
La decisión dependerá de lo que nos resulte más seguro.
En este artículo nos centraremos en las tácticas para capear dejando para otra ocasión las técnicas para correrlo.
¿Qué es capear?
Capear es gobernar el barco en ceñida manteniendo una mínima velocidadque nos permita maniobrar las olas.
Podemos capear con seguridad si tenemos suficiente barlovento y si estamos a una distancia razonable de la costa.
Para ello, debemos rizar la mayor y aplanarla lo máximo posible. En la proa usaremos un tormentín o foque enrollado dependiendo de la intensidad del viento.
El timonel tendrá que ceñir a rabiar en el seno de las olas hasta alcanzar la cresta y entonces caer derivando para evitar dar fuertes pantocazos.
Navegar de esta forma tiene la ventaja de poder ver las olas rompientes y la oportunidad de maniobrarlas.
No obstante, si las condiciones de mar y viento siguen aumentando, cualquier superficie velica puede transformarse en excesiva.
En esta situación, el barco puede quedar sin fuerza cuesta arriba al remontar la ola y ganar demasiada velocidad cuando derivamos al bajarla.
Se tornará difícil de maniobrar, dará fuertes pantocazos, escorará en exceso y correrá el riesgo de quedarse atravesado al mar
Tarde o temprano se verán mermadas las fuerzas de la tripulación.
Que podemos hacer entonces?…
Ponerse a la capa
Esta maniobra consiste en acuartelar el foque o tormentín.
Para ello, viramos por avante sin cambiar de amura el tormentín, dejando cazada su escota. Filaremos la mayor hasta encontrar una posición de equilibrio y colocaremos el timón hacia barlovento.
El barco debe adoptar una posición de equilibrio amurándose al viento a unos 45 ó 50 grados.
Es importante que el barco este más o menos parado,
ni demasiada arrancada hacia adelante, ni demasiado abatimiento.
El objetivo es avanzar suavemente, de 1 a 2 nudos, abatiendo a la misma velocidad, y mantenerse en esta posición sin que intervenga el timonel.
Al quedar el tormentín acuartelado, el barco tenderá a derivar, lo cual será contrarrestando por la posición del timón. Y Si una ola empuja la proa a sotavento, la mayor trabaja contra este movimiento haciendo avanzar al barco pero, como la pala de timón hace que la embarcación meta la proa a barlovento, el equilibrio inicial se restablece.
Comprender esta secuencia nos permite entender sus posibles variaciones y límites. Así, podremos variar la posición de las velas siempre y cuando permitan que el velero vuelva a orzar y a derivar lo necesario para mantener el equilibrio.
Al ponerse a la capa, el barco experimenta una mejora considerable, adoptando una posición más cómoda en la que el timonel puede tomar descanso y ya que no es necesario mantenerse agarrado constantemente al timón.
Un atributo esencial de estar a la capa es el efecto plancha a sotavento. El abatimiento del barco forma unos remolinos a barlovento que lo protegen de la cresta de las olas, ya que estas rompen sobre este remolino formado.
Este efecto es más pronunciado y funciona mejor en un velero de quilla corrida.
Muchos veleros modernos de desplazamiento ligero, carena ancha y plano antideriva estrecho, capean con menos facilidad.
Les cuesta encontrar un punto de equilibrio satisfactorio, y su enorme carena hace que tengan tendencia a tumbarse con facilidad bajo el efecto de las rachas y el paso de las olas.
No obstante, pueden lograrlo porque capear depende más del equilibrio del casco y el aparejo que de la longitud de la quilla. Es una cuestión de tanteo de cada barco en particular.
Lo cierto es que, no es recomendable estar a la capa, atravesado al mar, sin el remanso a barlovento.
Y si un velero de quilla corta no puede derivar directamente a sotavento y siempre mantiene una componente mayor o menor de avante, esta táctica no le conveniente porque, en un mar con olas rompientes puede terminar siendo arrollado por una de ellas.
No obstante, ponerse a la capa es una técnica muy útil que debemos de dominar y podremos utilizar no solo para capear un temporal, sino para detener el barco rápidamente en caso de emergencia, para estabilizar el barco mientras reparamos una avería o simplemente para poder descansar plácidamente.
De todas formas, sea cual sea el tipo de barco, la capa normal llega bastante rápidamente a sus límites cuando el viento sigue subiendo y el barco se encuentra con demasiado trapo arriba.
Entonces qué..?
Sólo con tormentín o Mayor.
Podemos, intentar seguir con menos vela aún, arriando la mayor y dejando sólo el tormentín.
Se trata de hacer rumbo a poca velocidad y el resultado dependerá del equilibrio de cada barco. Algunos son incapaces de seguir orzando sólo con una vela a proa.
Y si este es el caso de nuestro barco, la alternativa será navegar con la mayor rizada al máximo y sin ninguna vela en proa.
Con esta técnica, debemos mantener el barco ciñendo a rabiar, con el timón fijado un poco hacia barlovento y con la vela cazada totalmente a la línea de crujía.
Debemos conseguir que el barco avance a una mínima velocidad y que alcance un punto de equilibrio. Al orzar, por el empuje que el viento ejerce sobre la mayor, el barco tenderá a aproarse y detener la marcha. Después, derivará cayendo a sotavento y avanzará nuevamente.
Esta es una técnica que podemos intentar si nuestro barco no se comporta bien a la capa. También tiene la ventaja de que puede mantener bien su posición sobre el fondo, evitando un fuerte abatimiento.
Tanto si es con tormentín, como si es con mayor rizada, se dispone así de cierta capacidad de avance que permite optimizar la posición del barco respecto de las olas más peligrosas.
Aquí, la experiencia de la tripulación es importante ya que el timonel deberá estar atento todo el tiempo.
Capear a palo seco
Cuando hay demasiado viento y ya no hay vela que aguante podemos capear a palo seco.
Para ello arriamos todas las velas, hacemos firme el timón a la vía o ligeramente a barlovento y nos enfrentamos al temporal dejando que el barco adopte su propia posición de equilibrio sobre las olas.
Como en la capa normal, su eficacia será distinta de un barco a otro y muchas unidades modernas son incapaces de estabilizarse en esta posición.
Cuando el barco reacciona bien, esta es una táctica bastante confortable pero, el problema surge cuando al quedar sin velas no tiene velocidad para gobernar las olas y puede quedarse atravesado con riesgo de volcar si es al arrollado por alguna ola más potente o vertical.
Por eso, la seguridad del barco depende de ceder ante las olas y de no resistirlas .
Son los barcos más pesados y de manga estrecha los que se mantienen mejor a palo seco en comparación a los barcos modernos más ligeros y de manga mucho más ancha.
Está táctica no debe ser nuestra primera opción y está más destinada a navegantes solitarios que por falta de fuerzas o víctimas del mareo se vean forzados a adoptarla.
Uso del Motor
Antiguamente, se recurría poco al motor porque se desconfiaba de su eficacia bajo condiciones extremas.
Gracias al avance tecnológico y de los materiales, son cada vez más usados por los veleros de crucero para afrontar un temporal.
Más aún si tenemos costa a sotavento y las circunstancias no nos permiten seguir ciñendo.
Con motor y las velas izadas podremos disminuir la deriva o incluso, conseguir ganar algo de barlovento.
Por otra parte, el motor, puede ser una alternativa de la capa seca al permitir mantener siempre un poco de velocidad. Ciertamente, es más seguro capear con la ayuda del motor que permanecer a palo seco.
Condición previa para esta táctica es tener un motor con empuje. Si está dimensionado para calmas sólo sirve cómo apoyo de la navegación a vela.
Capear un temporal solo a motor es posible a casi todos los rumbos. En la mayoría de los casos se intentará mantener barlovento.
El rumbo más cómodo para ello se sitúa entre los 50 y 60 grados.
Se sube con algo más de potencia que la velocidad de la ola, sin bajar nunca de los 4 nudos. Esta es la velocidad mínima para orzar momentáneamente contra una rompiente.
Las rompientes no se toman con más de 30 grados al viento. En caso contrario toda la ayuda que proporciona el motor sería en vano y la proa volaría hacia las burbujas de sotavento.
En las crestas se vuelve al viejo rumbo (50-60 grados) quitando velocidad al bajar la pendiente oblicuamente.
Si se pasara la cresta demasiado ceñido, la embarcación recibiría un terrible pantocazo y caería al vacio impactando contra la pendiente trasera de la ola
La ventaja de este método, consiste en lo sencillo de la maniobra y los menores riesgos para una tripulación poco experimentada.
Naturalmente falta el apoyo de las velas, por lo que la embarcación daría mayores bandazos.
En definitiva, el motor puede llegar a ser de gran ayuda y un medio más de seguridad.
Lic. Florencia Cattaneo
Campo Embarcaciones
Bróker Náutico
Fuentes: Olivier Le Carrer; El crucero Costero y de Altura
K. Adlard Coles; Navegación con mal tiempo
Dietrich V. Haeften; Cómo Afrontar temporales
Web sailandtrip; Capear el Temporal o Correrlo. Como enfrentarse a un temporal
Web Cibernáutica; Marcelo C. Ossó; Tácticas para afrontar temporales