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Al comenzar la guerra de Asiento en 1740 el comodoro George Anson fue enviado al Pacífico, con una escuadra de seis barcos: El Centurión del propio Anson,el Gloucester, el Serven, el Pearl, el Walger y por último el Tryal.

La escuadra totalizaba una fuerza de 234 cañones y 1683 hombres.

España e Inglaterra competían por la supremacía marítima y Anson tenía instrucciones de dañar los intereses españoles en el Pacífico.

Los británicos habían diseñado una estrategia para atacar los dominios españoles en el Caribe mediante un operativo tenaza.

La primer tenaza sería el ataque del almirante Vernon sobre Portobelo, Cartagena de Indias y La Habana. La segunda tenaza estaría a cargo de la escuadra Anson sobre el Istmo de Panamá

Si lograban controlar el Istmo simultáneamente con el Caribe, la Centroamérica española quedaría aislada y sus posesiones caerían como fichas de dominó.

Desde su inicio, la expedición de Anson enfrentó dificultades. Le costó obtener alimentos en buen estado, reparar mástiles y cascos y reclutar las tripulaciones.

Ante la falta de personal tuvo que alistar forzosamente 50  internados de un hospital, muchos estaban mutilados, algunos estaban locos y numerosos eran ancianos de entre 60 y 70 años

También reclutó jóvenes que jamás habían disparado un mosquete ni navegado en la mar.

Pero, una vez que los seis navíos de guerra estuvieron listos, el comodoro Anson zarpó del puerto de Saint Helens, cerca de Portsmouth, el 18 de septiembre de 1740.

Todo salió mal

En noviembre de 1742 en Macao, China,  luego de dos años de haber abandonado su patria, Anson se sentía deprimido, el plan estratégico inglés había fracasado. 

Vernon había sido derrotado en Cartagena de Indias y aunque Anson había logrado conservar el Centurión, ése era el único barco que le quedaba.

El serven, el Pearl y el Wagen habían desaparecido en las tempestuosas aguas del Cabo de Hornos y había tenido que hundir en el Pacífico el Gloucester y  el Tryal.

Era hora de volver y el Comodoro sólo podía mostrar, para compensar esas pérdidas, la captura de unos cuantos mercantes españoles en las costas sudamericanas y el saqueo de Paita, una población peruana sin Importancia.

Sus ambiciosas instrucciones se habían convertido en una burla.

Anson frustrado se dispone a emprender el viaje de regreso.

No todo está perdido…

Una vez alistado, el Centurion zarpa de Macao el 19 de abril de 1743 de regreso  a Inglaterra.

A bordo sólo había 227 hombres. Eran menos de la mitad de la dotación original del buque.  

La tripulación era escasa y estaba muy desanimada. De los más de quinientos tripulantes, habían muerto casi cuatrocientos.

Es entonces cuando Anson decide hacer un último esfuerzo. Sólo una hazaña podría redimirlo: Apoderarse de uno de los galeones españoles del tesoro de Acapulco que se dirigia a Manila.

Esta empresa era el manotazo de ahogado de un comandante que se enfrentaba a su fracaso profesional, la última apuesta de un jugador que lo ha perdido todo.

Anson convoca en el Alcázar a la tripulación y no hace más que un breve discurso.

Les Describe las riquezas que transportaban los galeones y minimiza los cuentos ridículos sobres sus flancos gruesos e impenetrables.

Advierte que el objetivo no es fácil pero promete llevar el Centurion tan cerca del Galeon que los proyectiles lo atravesarán de lado a lado.

La tripulación se entusiasma y sueña. Todos saben que una parte de aquel botín les bastará para hacerse ricos de por vida.

Vamos por ellos

Estaban en abril y por la información reunida, el galeón hacía ya un mes que había zarpado de Acapulco.

Sin perder más tiempo, el Centurion pone rumbo al este y continua luego hacia el sur para bajar por la costa oriental de Filipinas hasta el Cabo Espíritu Santo.

Ese cabo era el punto indicador de los galeones para entrar en el Estrecho de San Bernardino y llegar luego a Manila.

El 20 de mayo el Centurión llega a sus proximidades y recoge las velas altas. Anson quiere evitar ser visto por los vigias de tierra que esperan al Galeón.

Había llegado el momento de esperar. Un día tras otro el Centurón vira atrás y vuelta adelante mientras sus vigías avistan el horizonte.

Marinero Preparado vale por dos

Mientras tanto, la tripulación practica con los cañones y con las armas cortas. Había que compensar la falta de hombres con fuego rápido y certero.

Se ejercitan colocando blancos en el extremo de la vergas y se recompensa a los buenos tiradores.

La rapidez y la coordinación de los artilleros eran esenciales ya que tenían que obedecer 38 órdenes independientes para realizar un sólo disparo de cañon y después de cada disparo había que limpiar el ánima y el fogón de la pieza.

Era una tarea agotadora, faltaban hombres. En vez de 8 por cada cañon,  sólo había 2.

Con tiempo cálido y bochornoso,  los ejercicios, las maniobras y la vigilancia continuaron día tras día.

Pasó mayo y llegó junio… y seguían esperando, con vigías en las cofas, día y noche.

La tripulación empezaba a desilucionarse. El galeón llegaba siempre en junio. Estaban a 19 y nada pasaba.

Allá vienen…

Al amanecer del 20 uno de los vigías ve una vela a lo lejos.

En efecto, se aproximaba el navío Nuestra Señora de Covadonga, que había salido de Acapulco hacía 72 días, con escala en Guam, para culminar su viaje en Manila.

Los tripulantes locos de alegría lanzaban hurras y vítores

A medida que transcurria la mañana el lejano parpadeo de la vela fue adquiriendo forma.

Se escucha un disparo de cañon proveniente del galeón español y en el Centurion suponen que se trata de una señal para algún otro buque acompañante, pero no ven ningún otro navío.

Por su parte, los oficiales del Galeón creen advertir  la presencia  de un navío escolta enviado para conducirlos a puerto. Simple e inocentemente dan un disparo como señal.

Más tarde que temprano el Covadonga cae en la cuenta de que Anson los estaba esperando.

Nuestra Señora de Covadonga, que aunque teóricamente debía portar 50 cañones, iba armado con solo 13 y de pequeño calibre.

Una fuerte lluvia cayó. Cuando aclaró, Anson pudo ver a los españoles despejando las cubiertas para el combate y arrojando por las bordas los trastos inútiles.

El combate

Los dos buques apenas visibles uno del otro, derivaron juntos, durante dos horas, porque casi no había viento.

Anson hizo los preparativos finales; 30 de sus mejores tiradores de mosquete fueron ubicados en las cofas.

Los artilleros ocuparon sus puestos. Sabían con exactitud la tarea a realizar.

Con habilidad el Centurion pasa por la popa del galeón y aparece por su costado de babor, cortándole la aproximación a tierra,  evitandoles  la posibilidad de buscar refugio en un pequeño puerto a 30 millas de distancia.

Poco después, el galeón iza la bandera española y se pone al pairo esperando que la acción comienze…

Finalmente, Anson abre fuego  y se enfrenta al galeón entre golpes de viento y chaparrones, disparando los cañones de proa a media milla de distancia, a lo que los españoles contestan con el suyo de popa.

Luego el  Centurion se situa al costado del galeón a la una y se cruzó a proa para abrir fuego con los cañones de estribor.

En esa posición todos los cañones de una banda del Centurion podían disparar al otro buque, y sólo algunos de los cañones del galeón podían responder eficientemente.

Los tiradores en las cofas del Centurion abren fuego contra sus adversarios en los topes y sobre las cubiertas desprotegidas apuntando a los oficiales y artilleros.

Los españoles luchan valerosamente durante casi una hora, pero el pánico se impone cuando empiezan a caer los hombres de siete u ocho por vez.

Algunos huyen bajo cubierta mientras otros se quedan tendidos en las escotillas tapándose la cabeza.

Los oficiales españoles intentaban detener la fuga pero finalmente la resistencia se desmorona y el galeón arria la bandera tras 90 minutos de combate.

Nuestra Señora de la Covadonga se rendía al buque de guerra inglés  Centurion.

El desastre y el botín

Luego de la rendición, el capitán Anson envía al teniente Saumarez a tomar posesión de la presa.

El espectáculo a bordo del galeón es espantoso. Las cubiertas estan llenas de cadáveres, entrañas y mienbros arrancados.

Había 64 muertos y 75 heridos. En contraste, en el Centurion sólo lamentaba  3 muertos y 15 heridos.

Bajo cubierta, varios centenares de hombres yacían confusos y asustados. La tripulación total antes del combate era de 644 hombres.

El navío constituía un espectáculo lastimoso, el casco, los palos y los aparejos estaban destrozados.  No obstante, en sus bodegas el botín estaba intacto y era impresionante.  Llevaba un millón y medio de piezas de a ocho, más dinero y otros objetos de valor.

Dado el deterioro del Galeón, Anson ordenó trasladar al Centurion la mayor parte del tesoro. Tardaron una semana en pasarlo a remo (llenaron 256 baúles sólo con monedas).

Vuelta a China

No había tiempo que perder. En cualquier momento podría aparecer algún buque, que esperando al galeón, enfrentara al Centurión y a su presa, ambos maltrechos y averiados.

No había más alternativa que dirigirse otra vez  a China.

Anson distribuyó los varios cientos de prisioneros entre los dos buques e hizo tripular la presa con apenas un puñado de hombres.

Los dos barcos llegaron a Macao el 11 de julio y el 14 de julio al Río Cantón.

Seguros en tierra, los ingleses inspeccionaron minuciosamente al Covadonga y encontraron objetos de valor escondidos en todas partes: rincones, ranuras, destras de las vigas, hasta ocultos en quesos vaciados.

Las sumas finales contabilizaban: 1.313.843 piezas de a ocho y 35.682 onzas de plata virgen y en lingotes.

A bordo del galeón había uno de los tesoros más ricos que hubiese capturado nunca un barco inglés.

En cantón vendieron el casco del buque español por sólo 6000 pesos.

Regreso triunfal

Finalmente, en diciembre de 1743, el Centurion inicia el regreso a Inglaterra llegando a Spithead el 15 de junio de 1744.

En su patria, Anson fue aclamado como gran héroe, y el tesoro fue paseado por las calles de Londres.

De inmediato fue ascendido a contralmirante. Se hicieron loas a su gran hazaña de dar la vuelta al mundo y a su muy valiente y feroz combate contra el galeón de Manila.

Anson se convirtió en una persona enormemente rica para el resto de sus días.

Y así, un plan de ataque fracasado y que estuvo a punto de perder todos sus barcos se transformó en una valiente gesta heróica que sienta las bases de la enorme fortuna y prestigio personal del George Anson.

Lic. Florencia Cattaneo

Campo Embarcaciones

Bróker Náutico

Fuentes:

Glyn Williams; El Mejor Botín de todos los Océanos

Peter D. Jeans; Mitos y Leyendas del Mar; Lord Anson

Web Alltorres; Guerra de Asiento contra Inglaterra (1739-1748);Expedición del Comodoro Anson por el Pacífico (1740 – 1744)

Web Singladuras por la historia Naval; Expedición de Anson al Pacífico (1740-1744)