El 10 de septiembre de 1869 el Capitán Philip Buton Jones supervisaba en el puerto de Suez la llegada de los pasajeros y el almacenamiento de la carga en el Carnatic.
Jones era uno de los oficiales más hábiles de la compañía naviera P&O y, en este viaje además de 34 pasajeros y 176 tripulantes, llevaría una valiosa carga de fardos de algodón, planchas de cobre, correo desde Inglaterra y 40.000 libras esterlinas destinadas a la Casa de la Moneda de la India.
Esta cantidad en aquella época era una fortuna equivalente a 1,5 millones de dólares actuales.
A vela y vapor
El Carnatic era una nave de 1700 toneladas, 90 metros de eslora y 12 de manga.
Fue botado en 1862. Era un velero de dos mástiles para 4 velas de aparejo cuadrado.
Su casco estaba construido en madera con estructura de hierro y además de las velas estaba equipado con un motor de 4 cilindros de 2.442 caballos de fuerza.
Era una embarcación moderna y lujosa con líneas elegantes que, a diferencia de muchas de las naves híbridas de “vela y vapor” de aquel tiempo, respondía bien a cualquiera de las dos formas de propulsión.
Este buque pertenecía a la compañía naviera P&O y era parte de la ruta Londres-Bombay-Shanghái, que cruzaba el Mar Mediterráneo, el Canal de Suez y el Océano Indico.
En 1869 el canal de Suez estaba en construcción, por lo que las navieras llevaban a los pasajeros y el cargamento hasta Alejandría y, desde allí, emprendían un viaje de 200 millas por tierra hasta Suez, donde eran de nuevo embarcados en el Mar Rojo.
Evitaban de esa manera, la ruta más larga y peligrosa alrededor del Cabo de Buena Esperanza.
Rumbo a Bombay
Finalmente, el domingo 12 de septiembre a las 10 de la mañana, el capitán Jones ordena soltar las amarras y el Carnatic zarpa de Suez para realizar la segunda parte del viaje rumbo a Bombay
Jones conocía bien la ruta y sabía lo peligroso que resultaba navegar el Golfo de Suez.
Se apostó en el puente de mando y permaneció allí durante todo el día bebiendo café para poder mantenerse alerta y despierto.
Quería dirigir personalmente cada una de las maniobras en esta zona.
Mantuvo la velocidad constante en 11 nudos hasta que a las 23.40 vio la luz del faro de Ashrafi.
Pasada la medianoche, considera su trabajo cumplido y se retira a descansar.
El Carnatic navegaba a 46° Sur y todo parecía ir bien. La noche estaba clara, con una ligera brisa y un poco de bruma terrestre, algo común en el lugar.
No toma ninguna posición, pero sabe que el faro está 5 o 6 millas a popa y deja en servicio al segundo oficial.
Las islas a través de los cuales Carnatic trazó su curso, eran visibles y a la una de la madrugada el segundo oficial avista a proa la isla de Shadwan.
En este punto y sin explicación el timonel va cambiando gradualmente el rumbo hasta los 51º Sur.
18 minutos después advierten una peligrosa rompiente a proa. De inmediato, se ordena cambiar rumbo a estribor y dar motor marcha atrás a toda máquina, pero ya era demasiado tarde.
El Carnatic choca con una barrera de coral rasgando el casco por estribor.
Habían encallado y la nave estaba firmemente arraigada en el arrecife de coral de Abu Nuhas, cerca de la isla de Shadwan, en la desembocadura del Golfo de Suez, en el Mar Rojo
Atrapados sin salida
Jones se despierta sobresaltado, pero lejos de reaccionar de manera exagerada se dedica a verificar cada aspecto del barco. Era un hombre muy cuidadoso.
Evaluó los daños y consideró que de momento podrían mantenerse a flote achicando agua.
Las bombas funcionaban bien y todos estarían más seguros si permanecían a bordo.
Sabía que el Sumatra, otro barco de la misma compañía, debía pasar por allí rumbo a Suez ese mismo día y confiaba en la posibilidad de ser rescatados.
A bordo reinaba la serenidad. Muchos pasajeros habían tenido problemas en viajes anteriores y circulaban bromas asegurando que ni siquiera el “Gran Oriente”, por entonces el barco de vapor más fuerte, podría zafar de esta varadura.
Al amanecer del día 13, Jones evaluó nuevamente la situación.
La nave estaba aún más atascada y tenía un rumbo. No obstante, todavía estaba en buen estado y con las bombas achicando constantemente el nivel de agua permanecía estable.
El capitán decidió entonces, seguir esperando y echar por la borda la carga de algodón para aligerar la nave.
Los pasajeros permanecían tranquilos. Desde cubierta podían observar gran cantidad de extraños peces de colores y hubo quienes se entretuvieron pescando.
Entre tanto, la tripulación atendía al horizonte buscando la figura del Sumatra. Pero era inútil, nadie aparecía.
Algunos pasajeros comenzaron a impacientarse y le pidieron permiso al Capitán para bajar los botes y remar a la isla de Shadwan.
Jones se negó. Consideraba un riesgo innecesario trasladar a 210 personas a una isla remota en el extremo de un peligroso arrecife en botes pequeños. Entendía que sufrirían muchas privaciones antes de ser rescatados. El Sumatra explicó, pasará en cualquier momento.
Pero el buque no aparecía y al caer la tarde, una segunda delegación de pasajeros volvió con el pedido abandonar la nave y dirigirse a la isla.
Una vez más se negó. El Carnatic era sólido y tenía suficiente confort. Así que decidió servir la cena a bordo y pasar otra noche en el barco.
Aceptando su autoridad, algunos de los pasajeros fueron a vestirse para la cena mientras los camareros servían exquisitos aperitivos.
Despacito…
Durante la noche el viento y las olas comenzaron a subir
el Carnatic seguía clavado sobre la cabeza de Coral que lo mantenía tan firmemente agarrado. Pero las fugas eran cada vez más grandes. La condición de la nave empeoraba…
Al amanecer del día 14 la inclinación era considerable.
Ahora, casi todos los pasajeros querían irse. Pero Jones insistía confiando en la llegada oportuna del Sumatra.
Finalmente, el agua llega a las calderas y el Carnatic se queda sin luz y sin energía para las bombas de achique.
Ya era solo una cuestión de tiempo. El barco se hundía sin remedio.
El capitán Jones había subestimado el poder del arrecife de coral. No detectó el deterioro lento pero irreversible de la quilla provocado por el constante balanceo de las olas.
A las 11 de la mañana ordena bajar los botes y permitir el desembarco de los pasajeros.
Trágicamente, en el preciso momento en que las mujeres y los niños subían al primer bote, el casco del Carnatic cruje y se parte en dos.
La popa se hundió en cuestión de minutos llevándose la vida de 5 pasajeros y 26 tripulantes.
Treinta y cuatro horas a flote encallados sobre un arrecife de coral habían sido demasiadas.
En seguida, la sección de la proa cae hacia babor y también se sumerge.
La gente, ya en el agua, luchaba por sus vidas entre los mástiles, aparejos y todo tipo de restos del barco, hasta que conseguían alcanzar algunos de los botes salvavidas que permanecían a flote.
Entre algodones…
Uno por uno, los sobrevivientes se fueron ubicando en los siete botes salvavidas y una vez a salvo, se turnaron para remar tres millas hasta la isla de Shadwan.
Llegaron a las 8 de la noche y una vez más, antes de tocar tierra firme tuvieron que sortear los arrecifes de coral.
Afortunadamente, varios de los fardos de algodón arrojados por la borda habían llegado a la isla arrastrados por la marea y, como estaban muy apretados se habían conservado secos por dentro
Con el algodón improvisaron colchonetas y ropas.
De hecho, había tanto algodón que llevaron una gran cantidad de él al punto más alto y lo quemaron usándolo como faro.
El mayor problema era la falta de agua. Estaban en una isla árida y rocosa y los pocos barriles del naufragio que llegaban estaban vacíos.
Pero por suerte la miseria duro poco. Durante la madrugada la luz de un barco se aproxima. Era el tan esperado Sumatra que al descubrir la señal del fuego y se dirigía a la isla.
¡Ponga más atención y cuidado!
A su regreso a Suez, el capitán Jones fue requerido en Inglaterra y sometido a investigación sobre lo ocurrido.
Jones se defendió alegando que una corriente inusualmente fuerte fue la causante del desvío en el curso trazado.
A esto el tribunal contestó que el capitán debió haber tomado una marcación del faro de Ashrafi para determinar una posición segura.
Además, afirmó que “existían todas las condiciones relacionadas con el barco, el clima y la luz para garantizar un viaje seguro y que sólo se necesitaba la atención y el cuidado adecuado. Esto no se hizo y, por lo tanto, ocurrió el desastre”
Con esto Jones fue encontrado culpable del naufragio y sancionado con nueve meses sin poder embarcarse en ningún buque.
En cuanto a las decisiones tomadas para la protección de los pasajeros luego del desastre la corte opinó que, el capitán y la tripulación hicieron todo lo posible para garantizar la seguridad.
Después de la pérdida del Carnatic, Jones nunca volvió a navegar.
El rescate de la carga
Luego del naufragio, Lloyds envió inmediatamente al Capitán Henry Grant para que recuperara los restos.
El valioso cargamento del Carnatic no podía ser ignorado.
Llegó a la escena el 29 de septiembre e inmediatamente ahuyentó algunos barcos árabes.
Grant se alegró al encontrar el Carnatic en aguas poco profundas bajo el arrecife.
Trabajó con un solo buzo desde la embarcación de salvamento “Tor” y terminó de extraer la última caja el 8 de noviembre.
Para esa fecha, los buzos locales ya habían recuperado más de 700 planchas de cobre del naufragado buque.
En pocos meses toda la carga y el oro fueron recuperados sin problemas.
No obstante, todavía hoy persisten los rumores y las historias sobre el “tesoro perdido” en el Carnatic.
Un sitio muy popular
Después de la recuperación de los restos el pecio quedó en el olvido.
1984 fue redescubierto accidentalmente por un grupo de buzos que buscaban el naufragio del “Giannis D” hundido un año antes.
A partir de entonces el Carnatic se convirtió en un sitio de buceo muy popular.
Lic. Florencia Cattaneo
Campo Embarcaciones
Bróker Náutico
Fuentes:
Pág. web touregypt.net; Carnatic
Pág. Web Wikipedia.org; SS Carnatic
Pág. Web yumping.com; Naufragio del Carnatic
Pág. Web Redseawreckprojet.com; Carnatic
Pág. Web Scrbd.com; SS Carnatic: An Archaeological and Historical Analysis of a 19th Century Shipwreck