Después de tantos siglos de derroche imaginativo, los navegantes de hoy nos hemos puesto más incrédulos y mitos y tradiciones terminan por olvidarse.
De todas formas, ciertas supersticiones se han conservado mejor a lo largo de la historia.
La existencia de las supersticiones náuticas tiene su origen en el intento de explicar los fenómenos naturales cuyas causas hoy conocemos.
El hombre tiene inclinación a explicar de forma mítica y sobrenatural aquello que desconoce. Y particularmente el viajero de mar tiende a exagerar e inventar sus aventuras .
Hoy no creemos en brujas pero, como el dicho popular enseña, que las hay las hay.Recordemos algunas de las supersticiones más conocidas y que han permanecido hasta nuestros días.
Entre los nautas presagia mala suerte:
Estornudar a babor antes de zarpar. Este mal presagio hizo a Timoteo postergar la partida porque alguien había estornudado en la mala banda cuando se levaban las anclas.
Cortarse las uñas y el pelo con mar tranquilo y viento franco era castigado duramente para conjurar y neutralizar sus efectos.
Para los marinos del norte, Si al embarcarse los víveres el barco escoraba a estribor el viaje sería largo y penoso. En cambio si se escoraba a babor la navegación resultaría fácil y próspera.
Si las golondrinas se posan sobre el barco el presagio es funesto. Cleopatra al embarcarse para ir en busca de la flota enemiga en Accio, vio golondrinas sobre los mástiles y regreso en el acto a su palacio.
Perder un balde o un trapo de piso en la mar trae mala suerte y jugar a las cartas a bordo es de muy mala suerte.
La pérdida o desgarro de una bandera se consideraba y sigue considerándose signo seguro de desgracia para el barco y la tripulación.
Viernes: No te cases ni te embarques
Entre los días de la semana el viernes siempre fue considerado de mal augurio. Existe una superstición popular según la cual, el viernes las brujas y los duendes son los dueños y señores y ejercen gran poder sobre las aguas.
El origen de esta superstición parece estar relacionada con la crucifixión. Esta superstición está muy arraigada entre las gentes de mar, y hay muchos oficiales de la marina que, a pesar de su educación superior, se niegan categóricamente a embarcarse en viernes.
La razón es muy simple. Ellos saben que la tripulación aún se aferra a esta antigua superstición y en caso de tormenta o de cualquier otro contratiempo se desmoralizarían y perderían el valor, aceptando el peligro como algo inevitable, y pensarían: “Estamos condenados a morir al haber partido el viernes”
El Almirantazgo británico trató una vez de demostrar lo absurdo de esta superstición. Hizo armar la quilla de un barco en viernes, le puso de nombre viernes y fue botado en viernes. Se puso al mando de un capitán que se apellidaba “Friday” y comenzó su primer viaje el viernes.
Resultado: una vez en la mar nada se supo de la nave y su tripulación.
No todo es tan malo….
La buena suerte llega si,
Se emplea en la construcción del barco una pieza de madera robada de otra embarcación.
Un barco de esas características se desliza suavemente en el agua en las noches si se esconde una moneda bajo el mástil, si se lleva sal en un bolsillo y, si cae una mosca dentro de un vaso.
Tradiciones náuticas: Pedile a San Antonio
Entre los navegantes algunas tradiciones han sido llevadas al extremo.
Los portugueses que navegaban en la India empleaban un procedimiento bastante curioso para lograr el viento que necesitaban.
Embarcaban siempre con ellos una pequeña estatua de San Antonio, a quién hacían responsable del tiempo.
Pietro Della Valle fue testigo del siguiente episodio.“El tiempo estaba tranquilo pero el viento soplaba en contra. Los marineros fueron devotamente frente a la imagen de San Antonio y rezaron un plegaria pidiéndole viento propicio.
La plegaria no tuvo efecto. Los marinos impacientes aunque acostumbrados a tratar gentilmente al santo, tomaron la imagen para atarla al mástil y obligarlo a obedecer. La cuerda estaba lista y la ejecución iba a tener lugar cuando el piloto, lleno de piedad por el santo , se interpuso y prometió en su nombre que el viento deseado llegaría sin necesidad de castigo.
Llevaron de vuelta a San Antonio, pero este sin reparar en la palabra dada por su garante, desatendió todas las súplicas y el viento seguía negándose.
El capitán cedió a los deseos de la tripulación y ordenó que se atara al san Antonio en el mástil mediante algunas vueltas de cabo, pero el viento tampoco llegó.
Se resolvió entonces dejarlo allí expuesto a burlas e injurias. Cada día agregaron un cabito más para agarrotar más a la víctima.
Por fin el viento soplo desde el cuadrante deseado y después de liberar a San Antonio lo llevaron respetuosamente a su nicho previo reproche por su obstinación que había obligado a hombres llenos de confianza en él a usar del rigor y a faltarle el respeto.
Lic. Florencia Cattaneo
Campo Embarcaciones
Bróker Náutico