Créeme: hay un mar dentro del mar.
Una planicie del pastor y la hierba,
del ave y la semilla.
Un horizonte vegetal de esmeraldas y cristales,
flotando en un plato de porcelana y sol. (…)
Una copa de agua sin fondo,
donde los árboles están enraizados en la transparencia
y sus frutos son de una luz azul.
Una gaviota insumergible caminando a su nido,
eternamente esculpido en hielo verde. (…)
Créeme: el Mar de los Sargazos existe
Manuel Orestes Nieto
En la tarde del 13 de setiembre de 1492, después de un mes y 10 días de navegación, Colón a bordo de la Santa María, advierte que la aguja de la brújula no apunta hacia el norte indicado por la estrella polar sino que muestra una desviación de seis grados en dirección noroeste.
Era la primera vez que se observaba una anomalía semejante. En los días siguientes la desviación aumenta y el temor se esparce por la tripulación.
El 16 de setiembre la flota se adentra en una misteriosa mar llena abundantes hierbas.
Hierbas que como tentáculos que se pegaban al casco de sus carabelas y que por momentos parecían dispuestas a dar un abrazo mortal y aprisionarlas allí para siempre. Los marinos quedan maravillados con el fenómeno .
Ese día Colón anota en su diario: “Aquí comenzaron a verse muchas manadas de hierba muy verde” “para la tripulación era una maravilla nunca vista, y por un momento creyeron hallarse en tierra.”
Colón piensa que esta “yerva” es un desprendimiento de las rocas y surge en los marineros la esperanza de llegar a tierra.
La tripulación se mostraba temerosa ante este fenómeno pero, la obseción de tierra firme los dominaba.
Lo cierto es que la flota había entrado en el mar de los Sargazos. Comenzaron a pasar los días y las naves avanzaban lentamente por aquellas praderas del mar, que parecían a los navegantes tan grandes como todas las Españas.
Los marineros comenzaban a murmurar, algunos ya habían perdido las esperanzas
Pinzón, el 25 de septiembre, pide “albricias” (solicitó una recompensa) en la seguridad de que la había divisado tierra en el horizonte. Falsa alarma, tan sólo se trataba de nubes bajas.
Habían navegado 10 días en el Mar de los Sargazos. Muchos recordaban las leyendas espantosas repetidas las tabernas marineras de Europa y, esperaban ver surgir de aquel verdor la figura horripilante de la serpiente gigantesca que, según las viejas leyendas, arrastraba a los barcos a su guarida de las profundidades.
El mar se mantenía pesado y tranquilo. Los vientos en rara calma contribuían con el ocio y la tensión aumentaba.
El mar de los Sargazos, producía preocupaciones, miedo y terror. Algunos habían escuchado de su existencia y decían que nadie había podido sobrepasarlo.
A medida que navegaban, la abundancia de hierba flotando en el océano aumentaba o disminuía cada día.
Hasta el 30 de septiembre vieron gran cantidad; el 2 de octubre observaron que cambiaba de dirección y el 5 parecía que la habían dejado atrás pero volvió a surgir el 8 de octubre.
Al día siguiente, un viento infrecuente (para la época) las libera y desaparecen. La expedición siguió viaje y tal vez sin ese viento, la historia hubiese sido otra…
El mar de los sargazos
Es una región de forma elíptica del atlántico norte, entre las Antillas y La Azores.
Ocupa una enorme superficie, equivalente a Europa, repleta de algas flotantes llamadas sargazos. Estas algas son de color pardo claro y sirven de vivienda a cangrejos, percebes, pulgas de mar y multitud de otros organismos.
Esta enorme llanura, es una región relativamente estática y está delimitada por los 25° y los 35° de latitud Norte y por los 40° y los 70° de longitud oeste. Se encuentra al este de las islas Bahamas.
Las tormentas del Atlántico norte arrastran estas algas desde las costas hasta el lugar del “mar”, donde las corrientes se mueven en círculo, muy lentamente en sentido de las agujas del reloj.
A través de siglos las algas se han ido acumulando y formaron una capa semisólida en la superficie. Según estudios más recientes se trata de una extensión de algas de unos dos millones de millas cuadradas.
El mar de los sargazos abarca parte del sector llamado triángulo de las Bermudas. Es una zona de pocas precipitaciones con mucha evaporación, brisas suaves y aguas muy claras.
Debe su nombre a Cristóbal Colón, quien lo bautizó así al toparse con él durante su primer viaje. El almirante no demostró aquí demasiada imaginación: “Sargassum” era como se denominaba al tipo alga gigante que flota en superficie.
Luego, los marineros le darían otros nombres más terribles y expresivos, como “el mar del miedo” o “el cementerio de los barcos perdidos”
Mitos y Leyendas
Pocos lugares inspiraban más temor a los navegantes de antaño que el Mar de los Sargazos.
Sin apenas corrientes, con largos periodos de calma total, y, sobre todo, con un casi infinito tapiz de algas flotantes en apariencia capaz de retener a cualquier navío, verse atrapado en sus aguas era sinónimo de muerte y desesperación.
El imaginario medieval lo imaginaba lleno de secretos, monstruos maravillosos y leyendas ilusorias, capaz de tragarse en su seno flotas enteras sin dejar rastro.
Se cuentan muchas historias muy truculentas de naves atrapadas por las algas y de tripulaciones que murieron de hambre y sed.
Después, las velas se pudrían y los gusanos carcomían las maderas del casco.
Aseguran que decenas de veleros quedaron atrapados para no regresar jamás, y que muchos de ellos continúan allí, convertidos en sepulcros flotantes.
En 1884 el vapor inglés Britannia encontró uno de estos barcos tripulados por cadáveres, pero su casco estaba tan deteriorado que no le fue posible identificarlo.
En 1894, Elipha Thomson, ayudante de cabina del velero norteamericano J. G. Norwood, contó que su barco fue arrojado por una tormenta al mar de los Sargazos.
De las personas que iban a bordo, sólo él logró sobrevivir. Según dijo, pudo salvarse gracias a los víveres y la chalupa que había encontrado en un vapor abandonado en el temible mar de los sargazos.
Elipha declaró también, haber visto un galeón español de la época colonial con su bodega llena de oro.
En el caso de Elipha Thomson, como en casi todo lo referente al mar de los Sargazos resulta difícil separar la realidad del mito.
Otra de las leyendas llevó a ubicar en esa región el continente hundido de la Atlántida.
La abundancia de algas fue tomada como señal de la existencia de bajos pero en realidad la zona tiene una profundidad media de más de 450 metros
Los fenicios sabían…
Aunque el primero en mencionar este mar de algas fue Colón; es posible que los cartagineses (los fenicios que se instalaron en la costa norte de África) hayan llegado al mar de los sargazos por el año 530 A.C.
Romanos, griegos y fenicios ya hablaban de un mar de vegetación en el cual los barcos encallaban y se perdían.
Desde el siglo XI A.C, el pueblo fenicio fue delineando nuevas rutas de comercio por toda la cuenca occidental mediterránea. Mediante la construcción de numerosas colonias a lo largo de sus costas expandieron su cultura y conocimiento.
Un ejemplo de esto es el legado de su alfabeto a los griegos.
Fueron los Fenicios, quien a través de sus viajes a las fabulosas islas Casitérides (probablemente las Islas Británicas), empezaron a propagar, con el fin de evitar competidores, noticias sobre la existencia de un mar situado al oeste de las Columnas de Hércules con una vegetación tan espesa que hacía encallar a los barcos que se aventuraban por esos lares.
El mito pasó al imaginario medieval, y así aparecen en algunos mapas, como el de Andrés Bianco de 1436, peligrosos mares de algas o hierbas junto a islas fantásticas.
La historia tan extendida de que los barcos quedaban irremediablemente atascados en las algas no se desmintió hasta 1910, cuando una expedición demostró que el mar de los sargazos estaba repleto de islas de algas separadas, en vez de un solo tapiz interminable.
En realidad las algas no son lo bastante densas como para detener una embarcación y cualquier brisa permite que pasen sin problema.
Lic. Florencia Cattaneo
Campo Embarcaciones
Bróker Náutico
Fuentes: Peter D. Jeans; Mitos y Leyendas del Mar; El mar de los Sargazos
Pag. Web wikipedia; Mar de los Sargazos