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Una expedición secreta

by | Relatos de Navegantes

En 1711, Gran Bretaña lanza su primer intento de conquistar Canadá y organiza una expedición para capturar Quebec en manos de Francia.

Se trataba de una operación conjunta que involucraba fuerzas terrestres y navales. El almirante Hovenden Walker comandaría la flota mientras que el Brigadier Hill quedaría al mando de los soldados.

Esta expedición era una iniciativa del Secretario de Estado Henry St. John, un político en ascenso del Partido Conservador.

Walker, amigo cercano de St. John y miembro del partido, había ascendido al Almirantazgo por mérito propio, pero no era un marino sobresaliente. Su nombramiento fue una total sorpresa.

El secretario de Estado pretendía que la operación se mantuviera en estricto secreto. Incluso, intentó despistar a los franceses convenciéndolos de que la flota de Walker se dirigiría al Mediterráneo y ordenó que los buques fueran aprovisionados para sólo tres meses de navegación en lugar de los ocho necesarios para una expedición transatlántica.

De todas formas, en los puertos de London y Plymouth abundaban los espías franceses. Hubiera sido un milagro que Francia ignorara el destino real de Walker.

De hecho, un ex marinero francés del servicio británico se acercó al Almirante en Plymouth porque había oído que la expedición estaba destinada a Canadá y, como supuestamente conocía bien el San Lorenzo, quería servir como piloto.

Walker trató de mantener el secreto y le dijo que estaba equivocado, pero qué si conocía bien el Golfo de Vizcaya y las costas de Nantes, debería acompañarlo.
A esta altura, el único estricto secreto fue el que se mantuvo entre St. John y los Administradores del Almirantazgo británico. La flota estaba desconcertada como ninguna otra en la historia y muchos elementos esenciales fueron dejados en tierra.


El Viaje a Boston

El 4 de mayo, las distintas unidades estaban listas para zarpar.

Se habían alistado en sólo 4 meses.Saldrían de Spithead hacia Boston, y luego navegarían por el San Lorenzo a Quebec.

Walker al mando del Edgar comandaba una flota integrada por sesenta y cuatro barcos, incluidos los mercantes y sus tres escoltas.


Si bien la expedición estaba partiendo en una fecha ya muy avanzada del año para encarar una campaña en Canadá, todavía había posibilidades de éxito si en Boston los preparativos y víveres estaban listos.


Cruzaron el Atlántico sin mayores problemas y cerca de su llegada a Nueva Inglaterra, las tripulaciones fueron informadas de su verdadera misión.


La guerra del hambre

Llegaron a Boston el 25 de junio y decidieron acampar en la isla Noddles, frente a la ciudad.


Las colonias británicas nunca habían visto una fuerza militar tan grande. Entre soldados y Marineros, al menos 10,000 hombres habían llegado del Viejo Mundo y ahora, la población de Boston superaba a la de Nueva York.
Y cómo la fuerza había recibido provisiones para sólo tres meses Boston debía compensar este déficit.


Pero los colonos americanos no estaban preparados y pronto surgieron problemas de oferta y demanda de bienes. Los alimentos subieron 15% en sólo un mes.


El ganado, las frutas y los vegetales debían ser enviados a Boston diariamente para abastecer a los miles de hombres que ocupaban la Isla Noddles.


Los problemas eran tan graves que, una ordenanza exigió que todas las provisiones almacenadas de forma privada se pusieran a disposición de los británicos, especialmente las provisiones saladas.


Las relaciones entre británicos y americanos se tensaron y recién en agosto los británicos pudieron obtener tres meses de alimentos extras para suplementar sus ya magras raciones.


Atrápame si puedes…

A la hambruna se agregaba ahora el problema de los desertores. Marineros y soldados procuraban mezclarse con la población local en busca de mejores oportunidades.

Casi 2000 hombres habían desertado. Los comandantes intentaron abordar la pérdida capturando a los disidentes. Hubo castigos, azotes y fusilamientos.

Walker se vio forzado a buscar tripulantes entre los pescadores y las autoridades locales consiguieron 1.160 efectivos que se unieron a las tropas de Hill para la expedición.

Walker estaba exasperado, había subestimado las complicaciones.

¿Dónde está el piloto?


No obstante, su problema principal fue la falta de pilotos
que supieran navegar el San Lorenzo. Un río inexplorado por británicos y colonos del cual no había dos cartas iguales.


Lejos de conseguir incorporar pilotos locales, los bostonianos parecían decididos a no ayudarlo. Ocho de los trece pilotos que debían asistirlo no querían navegar a Quebec.

El famoso Capitán Bonner, que se reputaba el mejor piloto de río, sólo había llevado una vez una embarcación pequeña río arriba y no quería asumir tal responsabilidad en un navío de guerra.

También descubrió que el hombre elegido para ser el Piloto Jefe de la flota —el Capitán Southack— nunca había navegado el San Lorenzo más allá de su desembocadura y no tenía deseos de ir más lejos.

¡Increíblemente, Walker quiso recurrir al marinero francés que había incorporado en Plymouth! Pero, británicos y colonos se lo impidieron. Sospechaban de él y consideraban que había venido con malas intenciones.

El problema era tal que, Walker tuvo que sobornar a un francés capturado, el Capitán Paradis del Neptune. Le ofreció a Paradis una pequeña fortuna a cambio de que llevara la flota navegando a Quebec.

El Almirante estaba preocupado. El tiempo pasaba y necesitaba irse de Boston rápidamente. El San Lorenzo se congela en los últimos meses del año. Una niebla espesa desciende sobre él y queda encima del agua ocultando las rocas.


Walker perdía firmeza y fue necesario que el gobernador intercediera ante los pilotos que se fugaban o permanecían recalcitrantes.

Pilotos de calificaciones mediocres seleccionados sólo por ser considerados ” marineros hábiles “. De hecho, el único requerimiento era haber navegado en río por lo menos una vez.

De Boston a Quebec

Finalmente, Una armada de setenta y siete buques de diferentes tipos y tamaños sale de Boston el 30 de julio.

El capitán Paradis se embarca en él buque insignia de Walker, el Edgard.

Sin novedad y con tiempo placentero llegan a la boca del San Lorenzo.

En este punto, Walker decide confiar la navegación al coronel Vetch embarcado en la fragata Despatch. Para esto le pide que se mude y embarque en la pequeña fragata Sapphire y que al día siguiente luego de su señal encabece la flota río arriba.

La elección Vetch para esta tarea fue algo inusual porque, aunque este hombre se ufanara de ser el mejor piloto de la flota, era más soldado que marino.

El coronel acepta conducir la flota, pero se rehúsa a mudarse argumentando que no quiere trasladar su equipaje. Se trataba de individuo escurridizo que dudaba de las cualidades del Almirante.

Walker aceptó esta excusa poco convencido y al día siguiente le da la señal, pero Vetch la ignora, prefiriendo seguir a los buques en lugar de conducirlos.

Navegar por el San Lorenzo

Finalmente, el 13 de agosto, ante la renuencia de Vetch, Paradis se hace cargo de la navegación con la aprobación de Walker.

Con viento en contra del Noroeste, encuentran inmensamente difícil entrar al río después de la isla de Anticosti.

En la mañana del 20, el viento se desvía hacia el sureste y les permite seguir avanzando.

Para el 22, la niebla se presenta con intermitencias. Las horas pasan y la niebla los envuelven cada vez más. Navegaban a ciegas y sin cartas precisas.

El 23 de agosto, la niebla se abrió intermitentemente, pero no vieron señales de tierra.

Por la noche, Paradis aconseja dejar que los buques con poca vela deriven con la corriente hacia el suroeste. Walker da la orden y se retira a descansar

Desafortunadamente, no estaba, como él pensaba, en medio del río. La flota estaba bien hacia el oeste de Anticosti, a 50 millas de la costa sur y a menos de 20 de la costa norte.

Las fuertes corrientes y el viento los llevaban hacia el noroeste acercándolo gradualmente a la “costa norte”

Dos horas después, Paddon alerta a Walker de que habían visto reflejos de espuma blanca indicando un banco o arrecife.

Walker concluye erróneamente que estaban cerca de la costa sur y
ordena virar para volver a la costa norte una vez más.

Esta orden fue fatal: Poco después, el capitán Goddard del regimiento de Seymour entra alarmado en la cabina de Walker para notificarle que estaban rodeados de rocas.

El Almirante subestimo la información y hechó al Capitán. Confiaba en sus oficiales y creyó que este soldado probablemente veía peligro donde no lo había.

Pero Goddard regresa alterado. Toda la flota estaba en la orilla norte.


Siete transportes de soldados y una nave comercial se habían varado y se estaban desmantelando. Los gritos desesperados de sus tripulaciones se escuchaban en la oscuridad.

Walker rápidamente se puso la bata y salió investigar: Se encontraban cuarenta y cinco millas más al oeste de lo que indicaban sus registros.

Paddon, en estado de pánico, lanzó un fondeo pero Walker se opuso y ordenó cortar el cabo y navegar a la mitad del canal lejos del peligro.

No obstante, varios de los buques tuvieron que fondear. Habían quedado atrapados entre la costa y la Isla de los Huevos.

Lucharon durante toda la noche evitando garrear y ser arrastrados hacia las rocas.

En profunda angustia, se disparaban armas entre la flota a cada hora para transmitir instrucciones.

Afortunadamente, a la madrugada el viento rota y la mayoría logra escapar navegando en dirección contraria.

740 soldados y 150 marineros se habían ahogado.

Las consecuencias del desastre

Al día siguiente Walker navegó a uno y otro lado del San Lorenzo haciendo rescates. Casi 500 hombres fueron salvados.

El 25 de agosto, Convoca a un Consejo de Guerra. La decisión de abandonar el ataque a Quebec es unánime.

“Es nuestra unánime opinión que; en razón de la ignorancia de los pilotos, es totalmente impracticable navegar el San Lorenzo hasta Quebec”

Tanto Walker como el General Hill deseaban regresar a Inglaterra, sólo les preocupaba la recepción que tendrían.

El 10 de octubre Walker llega a Portsmouth.

Días después, su buque insignia, el Edgard, explota a causa de una chispa inadvertida en la revista de pólvora.

Toda su tripulación y la mayoría de los documentos de la expedición se perdieron.

A pesar de todo, la recepción de Walker fue mucho mejor de lo esperado. Era un fiel Conservador y mientras St. John estuviera en el poder él permanecería protegido

Cambia, Todo cambia…

Pero, en 1715 llegó el día tan temido: St John había caído y Walker recibe orden de redactar un informe completo para el Almirantazgo.

Seria castigado más por su política que por sus graves errores.
Un mes más tarde le suspenden la paga y su nombre es eliminado de la lista de Almirantes. Fue condenado sin audiencia previa.

En 1720 Walker publica su versión de los hechos y se coloca como víctima. Sin duda le faltaban las cualidades de un gran comandante, pero el fracaso no fue solo suyo.

La verdadera culpa debe recaer en el Secretario de Estado Henry St. John, quien llevó la expedición al fracaso al mantenerla en absoluto control y secreto.
Después del desastre y durante los próximos 50 años los franceses no necesitaron defender Quebec.


Lic. Florencia Cattaneo
Campo Embarcaciones
Bróker Náutico

Fuentes:
Geoffrey Regan; El libro de los Guinness de los Desatinos Navales
Gerald S. Graham; The Walker expedition to Quebec
Adam James Lyons; The 1711 Expedition To Quebec: Politics and The Limitations of Global Strategy in the Reign of Queen Anne
Hovenden Walker,un diario o relato completo de la última expedición a Canadá
Thomas Lediard, La historia naval de Inglaterra